Abrir las ventanas, airear, dejar que entre toda la claridad y la luz. Son buenas propuestas que podemos hacernos para empezar el año. Como dicen algunos, volvemos ya a la rutina —expresión que no me gusta nada—, en el que casi todo vuelve a la normalidad. Tras las fiestas, empiezan las clases, los días de descanso y habrá que pensar en quitar la decoración navideña, si no lo hemos hecho ya. Pero para empezar el año hay que abrir las dos ventanas. Se trata de una expresión que me gustó mucho y que simboliza como tenemos que dejar que todo lo bueno entre en nuestra vida, abriendo de par en par las ventanas de nuestra vida.

Se trata de una expresión que escuché esta semana y que me gustó mucho. Si abrimos sólo una de las hojas de la ventana no entrará la misma cantidad de luz, ni de aire, ni podemos ver igual. Si cerramos las ventanas, sería como estar ciegos, porque no veríamos nada. Pero abriendo las dos ventanas todo es perfecto, es bueno, es maravilloso. Especialmente, si nos fijamos en el hermoso paisaje que se nos presenta, si dejamos entrar toda la luz y la claridad que nos da la ventana. No hay mucho de novedad en esta propuesta, porque es obvio.
Sin embargo la metáfora que escuché no sólo se centraba en las posibilidades que teníamos si abrimos sólo una de las hojas de la ventana, sino que cada una de ellas simboliza el pasado y el presente. La hoja de la izquierda es el pasado y la hoja de la derecha es el futuro. Ahora todo lo anterior cobra sentido. Nuestra vida es algo así como mirar por la ventana. Si cerramos una de las partes, lo que vemos no es igual. Pero, si lo que cerramos es el futuro o el pasado, la vida también es más triste más opaca. No vemos igual.
Si nos quedamos con la hoja del pasado cerrada, no podemos avanzar, no podemos seguir adelante porque estaremos frecuentemente centrados en cosas que nos han sucedido y que no nos dejan progresar. Nuestro panorama no es el mismo, no podemos ver igual, no podemos caminar ni ver hacia adelante sin una referencia al pasado, sin que este nos absorba y nos limite.
Si nos quedamos agobiados con la parte del futuro abierta, bien porque estamos en momentos de incertidumbre, porque desconocemos lo que nos puede suceder, porque nos estresa pensar que nos pueden despedir, que nuestra relación va a fallar, que no llegaremos a fin de mes, que no sucederán las cosas tal como hemos pensado… y así un sinfín de hipotéticas acciones que podrían ser y que nos agobian, con esa ventana del futuro impidiéndonos ver el momento presente.
Por eso hay que abrir las dos ventanas la del pasado y la del futuro. La del pasado a la izquierda y el futuro a la derecha. Hemos de abrir de par en par, de manera que pueda traspasar la mayor cantidad de luz y de aire.
Parece una tontería, pero no lo es. En casa tenía una habitación con ventanas de corredera, con lo cual siempre una parte estaba a oscuras. En cierta ocasión, para pintar, desmoté las dos ventanas. Entré en la habitación y una cantidad de luz espectacular iluminó la estancia. Busqué la manera de que la ventana abriera a la derecha y a la izquierda, que las dos hojas dejaran entrar la luz y así la habitación cobró una vida hasta el momento insospechado.
Tal como me ocurrió, nos puede suceder a todos/as. Así que dejemos que entre la luz y todo lo bueno que nos trae el 2023, abriendo las dos ventanas, para que no nos estorben los sucesos del pasado y la incertidumbre del futuro y nos centremos únicamente en el maravilloso paisaje que tenemos delante.