Tenemos muy claro cuales son los sentidos que tenemos las personas. Pero es probable que nos estemos olvidando de uno muy potente: nuestra cabeza. No es que sea un sentido por el que recibimos cosas, sino que es capaz de imaginarse cosas, de completar aquello que los sentidos no nos dan. Por tanto, nuestra cabeza tendríamos que tenerla sujeta de algún modo para que no se invente, rellene, cree cosas, especialmente, cuando no queremos.

Somos seres racionales. Probablemente demasiado racionales. Tendemos a pasar todas las cosas por el juicio de nuestro sistema operativo. Sucede, en algunas ocasiones que cuando hay algún vacío, alguna situación que no cuadra, no se queda ese espacio en blanco, sino que automáticamente, ¡muy lista nuestra cabezota!, completa la información.
Ciertamente, en muchos momentos en los que recibimos una información incompleta o parcial, tendemos a sacar conclusiones. Fijémonos, simplemente en la primera vista de una persona, cuando conocemos a alguien. En muy pocos segundos, somos capaces de hacer una composición de la situación sin ninguna dificultad. Ponemos las etiquetas necesarias, clasificamos por su forma de vestir y rápidamente encasillamos.
Según proponen los expertos este automatismo se genera para hacernos la vida más fácil. Para que nos resulte más cómodo clasificar y almacenar datos agrupados: todas las personas que visten de una determinada manera son… , aquellos que hablan un determinado idioma o de una determinada forma son … los que son aficionados a…, los que le gusta tal comida… y así, cientos de clasificaciones. EL problema radica en cuando completamos información que no sabemos y que no hemos visto con determinadas situaciones.
El problema radica en cuando no escuchamos una conversación completa y nosotros la terminamos. El problema está cuando vemos a alguien entrar o salir a un lugar y creemos que iba a… o estaba haciendo… Ese sexto sentido, nos puede meter en buenos problemas.
Así que cuando te encuentres en el dilema sobre si hacer caso a eso que la cabeza empieza a elucubrar, lo mejor es pasarlo por ese triple filtro del que dicen habló Sócrates que sirve también para cuando alguien nos quiera contar algo que cree que ocurrió de ese modo.
Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decir es cierto? – El filtro de la verdad – “¿Es algo bueno lo que vas a decir de mi amigo?” – El filtro de la bondad- “¿Será útil para mí lo que vas a decir?» – El filtro de la utilidad –
Me ha encantado, muchas gracias por lo que nos compartes. Feliz día!