Supongo que la respuesta será afirmativa. Todos queremos librarnos de los problemas. Ser personas que vivamos felices y sin ningún tipo de complicación. Sin embargo hay dos cuestiones claras: la primera es la misma palabra “problema” ya es un problema y la segunda como abordar aquellas cuestiones que nos preocupan. Hay dos o más sencillas fórmulas para abordarlos, pero me quedo con dos reglas básicas para quitarte todos los problemas de encima.

El principal problema es la palabra. Ya decía la semana pasada que hemos de estar muy alerta con el lenguaje que usamos. Si nos fijamos bien, el vocablo problema es un problema. Es una palabra negativa que invita a pensar en algo difícil de resolver. Las matemáticas están llenas de problemas. Cuando alguien nos plantea un problema, se nos ponen los pelos como escarpias. Si alguien te dice «tengo que contarte un problema», seguramente evitaremos la conversación o trataremos de salir corriendo. La famosa frase «Houston tenemos un problema» suena con enorme preocupación entre los controladores de las naves. Podemos seguir hablando de la palabra problema durante un rato y es difícil asociarla con algo positivo, salvo cuando estamos en clase de matemáticas y ¡por fin, resolví todos los problemas!
Así que la primera propuesta es desterrar la palabra problema, junto con el «Tengo que» de la semana pasada, debiéramos eliminarla de nuestro diccionario. Sería bueno poder acceder a él, como si fuera un ordenador y un móvil y eliminarla, que cada vez que fuéramos a escribirla o pronunciarla apareciera subrayada en rojo, como si fuera incorrecta. En el ámbito educativo ya la he cambiado, nunca digo problema, la he sustituido por reto. No es lo mismo plantear a quien te escucha un problema que plantear un reto ¿a qué suena distinto? En otros ámbitos hay muchos sinónimos que podemos usar. Tengo una cuestión de la que quiero hablar, tengo un asunto que quiero tratar, tengo una duda, tengo un dilema… hay muchas otras palabras que podemos utilizar para no mencionar esa tan negativa y que evoca complicaciones. Yo la he sustituido por reto, ¡me encanta! tengo un reto que abordar, te propongo un reto… es maravilloso.
Una vez cambiada la palabra, vamos a la solución. Bien cuando tenemos un reto que debemos resolver, cuestión o cualquier asunto que nos esté dando vueltas en la cabeza, no podemos dejarla libremente campando a sus anchas por nuestra mente. Hemos de solucionar ese reto. Así que una forma super práctica es, plantearla en forma de pregunta. Hacerme una pregunta con eso que tanto me preocupa. Un ejemplo sencillo. Tengo el reto de preparar la comida y no sé que hacer. Lo planteamos en forma de pregunta ¿Qué comida puedo preparar? Elaboro, utilizando papel y lápiz o bolígrafo, una lista de todas las posibles soluciones. Me doy tiempo para plantar todas las necesarias, todas las posibles e imposibles (porque no tengo los ingredientes) y luego trazo el plan: hacer la comida que más me gusta o que prefiero, según esa lista.
Tengo el reto de preparar un evento que me han encargado ¿Qué necesito para preparar ese evento? Me hago mi lista con todas las posibles soluciones, lo que me hace falta, a quien debo pedir ayuda, comprar, hacer y a partir de ahí tomar las decisiones necesarias para desarrollar nuestro evento. Nos preocupa no llegar a fin de mes porque el salario no alcanza ¿Cómo puedo llegar mejor a fin de mes? Y hacer una lista con todas las posibilidades que se me ocurran. Apuntarlas y luego elegir las convenientes.
¿Por qué debemos escribir y trabajarlo? Básicamente, porque si no actuamos, la famosa cuestión irá tomando cada vez más tiempo, más energía, más de nuestros pensamientos hasta que termine por ahogarnos. Es muy bueno abordar la situación desde trazar un plan. Y ese plan comienza, formulando ese dilema en forma de pregunta para ver sus soluciones. Porque además, cuando escribimos y elaboramos el plan, parece como que sale fuera de nuestra cabeza, dejamos de rumiarlo y dejará de preocuparnos, porque ya estamos en vías de solución.
Finalmente, como aquellas ecuaciones matemáticas que, en ocasiones, el resultado era sin solución, habrá alguna cuestión que no podamos resolver. Por tanto, es muy importante que, cuando el dilema quede fuera de nuestro alcance, cuando no esté en nuestras manos abordarlos, tengamos la capacidad de escribir bien grande: Sin solución y pasemos a otra cosa. No es bueno seguir rumiando, es la mejor forma de vivir más felices, sin comernos tanto la cabeza y con menos pr…..