Pero hay que sanarlas. Todos/as tenemos heridas de distinta consideración. Unas más grandes que otras. Unas más profundas, otras más superficiales, pero hemos de tratar de curarlas de sanarlas y, sobre todo, lo más importante es no seguir hurgando en ellas, porque de ese modo nunca cicatrizarán, nunca se curarán.

¿No les sucede que cuando contamos alguna situación, alguna herida que tenemos, alguien nos cuenta otra igual o más grave? Eso, sin duda, es síntoma de que todos llevamos alguna herida, alguna rotura dentro. Y, obviamente, las nuestras son las peores, las más graves, las más importantes. Ninguna es igual a la nuestra, nuestro sufrimiento es el peor, el más duro, el más importante. No hay discusión sobre ello.
Sin embargo, en un espacio como este que nos dedicamos a la positividad, no deberíamos dedicarnos a hablar de las heridas y de los sufrimientos. Pero, escuché recientemente esa frase: “Todos/as tenemos heridas que sanar” y me dejó pensativo. Ciertamente tenemos situaciones, traumas, problemas que sanar y cuando pienso en ello, me viene automáticamente a la mente el relato del aguador:
Se trata de una profesión antigua, cuando no había agua corriente en los hogares, algunas personas se dedicaban a hacer algún trecho para traer el agua potable hasta la residencia. No solían ser tramos largos, pero sí que había que recorrerlos con cierta frecuencia para tener el líquido imprescindible para la supervivencia. El aguador iba provisto de una vara fuerte sobre la que ponía dos tinajas y luego cargaba el agua en sus hombros. Una de las tinajas tenía una pequeña fisura, por la que perdía algo de agua en el trayecto que cada día hacia para llenarlas.
En cierta ocasión, el amo del aguador le dijo que debía desprenderse de la tinaja que tenía la fisura. No estaba bien se perdiera el liquido durante el trayecto. No era lógico que una de las tinajas llevara la totalidad de contenido, mientras que la otra perdiera una parte. El aguador una persona sabia y educada, pidió al amo que se asomara al camino que recorría varias veces al día y contempló un precioso sendero florido. El aguador le dijo: al borde del camino he plantado en estos años algunas semillas, la tinaja rota cada día va regando un poco los lados del camino y así tenemos ester precioso sendero. El amo enmudeció y dejó las tinajas tal como estaban.
Todos tenemos fisuras, por donde salen y entran nuestras emociones. Estar cerrados nos haría personas completamente herméticas e insensibles. Nuestras heridas nos ayudan a ser mejores, a crecer y a aprovechar esa salida para abrirnos a otras cosas. Nuestras fisuras pueden ser buenas porque nos enseñaron, nos curtieron y espero que sanaron. No es bueno tener heridas abiertas de rencor, de odio, de enfado, porque no nos ayudan a ser mejores y más positivos/as.
Que nuestras heridas nos hagan más fuertes, mejores, más grandes y que hagan florecer, como las tinajas, todo al borde de nuestro camino.