Comienza la felicidad

Hace algunos días, el 20 de marzo, se celebró el Día Internacional de la Felicidad. Desde 2013, las Naciones Unidas nos proponen celebrar el Día Internacional de la Felicidad como reconocimiento del importante papel que desempeña la misma en la vida de las personas de todo el mundo. Sin embargo, la cuestión de la felicidad parece cada día estar más en entredicho. Hay quien afirma que es un utopía, en otros ambientes hablan de la tiranía de la felicidad porque parece una exigencia. Parece que no se concibe una vida sin sonrisas, sin mostrar una felicidad que algunos/as no acaban de encontrar.

Día internacional de la felicidad

Una de las cosas interesantes que leído en estos días es la relación de la temperatura y la felicidad. Parece ser que hay una relación directa entre el clima y esa sensación. Parece que en los lugares más cálidos la población es más feliz, mientras que se tiende a la depresión o la tristeza en lugares más fríos. Parece lógico pensar que con menos horas de sol y algo más de frío tendamos a estar menos alegres. Sin embargo, esta propuesta choca con los índices de felicidad que apuntan a países nórdicos como lugares más felices, que supongo están más vinculados al bienestar que a la propia climatología.

El día internacional de la felicidad coincide con la llegada de la primavera, por algo será. Empieza un periodo con más horas de sol, asociado a vacaciones tiempo libre y alegría. Pero en ese sentido sí que soy más crítico con esa imagen de la felicidad.

Mucho se ha hablado de la felicidad y, ya he dicho en alguna ocasión, el principal problema de la felicidad, es la definición que hacemos de ella. No todos tenemos el mismo concepto de felicidad. Mientras para uno la felicidad está en acudir a la fiesta más imponente durante el fin de semana y las vacaciones, para otros la felicidad está en disfrutar de un buen camino en medio de la naturaleza.

La felicidad sobrevalorada

Le damos demasiada importancia a la felicidad. Es probable que no tendríamos que preocuparnos tanto de parecer felices, sino de estar bien. No deberíamos pretender mostrar una falsa apariencia de felicidad, con tal de quedar bien, sino más bien de buscar nuestra felicidad interior. No deberíamos tampoco asociar la felicidad a un lugar, espacio o momento, sino a una forma de ser y estar en el mundo. Habría que eliminar, por tanto, de nuestro vocabulario algunas afirmaciones como: “cuando consiga tal cosa seré feliz, cuando esté de vacaciones seré feliz, cuando llegue el fin de semana seré feliz o tu me haces feliz…” y tantas otras frases que nos decimos en las que vinculamos nuestra felicidad a situaciones externas.

No me cabe ninguna duda que la felicidad es un trabajo personal. Algo que hemos de buscar y desarrollar personalmente y no esperar a que se den las circunstancias necesarias para ser feliz. El gran error de la felicidad nace de esperar a estar en primavera o verano para ser felices, pretender que cuando nos toque la lotería, cuando tengamos ese objeto que añoramos, cuando algo suceda seremos felices.

La felicidad está aquí y ahora.

En este preciso instante. Sin esperar a que algo extraordinario suceda. Con lo que tenemos y, especialmente, con lo que somos. Esperar, desear, pretender que la felicidad llegue en un determinado momento que dependa de las circunstancias es un tremendo error. La felicidad puede ser una decisión personal. Decido ser feliz aquí y ahora. Me da igual que haga sol, que estemos en primavera o en invierno. Soy feliz con lo tengo y con lo que soy. Así de simple. De esa manera no sería necesario que nos recuerden cuando es el día internacional de la felicidad, porque todos los días lo son.

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