No cabe ninguna duda que las palabras tienen un poder inmenso. Las palabras son un vehículo de comunicación enorme y, a veces casi el exclusivo entre personas, de ahí las interpretaciones, malos entendidos, lo que queremos decir y que no nos salen las palabras, lo que no dijimos y alguien interpretó como dicho por nuestra boca. Pero ante todo, tiene especial importancia las palabras que usamos y que decimos, porque nos constituyen como persona.

Nuestro vocabulario es una característica fundamental de cada uno/a de nosotros/as. No es igual una persona con un vocabulario amplio que emplea con facilidad sinónimos para explicarse que quien tiene reducido su número de palabras a unas cuantas expresiones invariables que utiliza cotidianamente. Tampoco es igual ser capaces de entender casi todas las expresiones que se utilizan en el idioma en el que te desenvuelves que tener que recurrir al diccionario de manera continuada.
Nuestra mente se ensancha en función del número de palabras que usamos, en función de lo que leemos y expresamos. Las palabras son mágicas porque nos permiten no sólo contar y explicar todo aquello que sentimos y vivimos, sino que además, son la forma de comunicación interna.
Debemos usar palabras cuidadosamente. No es lo mismo utilizar frecuentemente insultos y malas palabras para dirigirte a cualquier situación que utilizar expresiones más comprensivas. Por ejemplo, no es igual insultar a la mínima de cambio que disculpar el error que comete esa persona. No es igual decirnos cada vez que algo sale mal que somos un desastre, que pensar en lo que podemos aprender de esa situación. No es igual afrontar una crisis maldiciendo todo lo que sucede que pensar cómo podemos arreglarlo.
Las palabras son fundamentales, no sólo las descripciones concretas que hacemos de cada cosa, sino las expresiones que decimos y que nos decimos por todo aquello que sucede. Por eso deberíamos tratar de usar palabras amables con nosotros/as mismos y con los demás. Evitar el insulto y el menosprecio cuando las cosas no salen tal y como esperábamos. Tratar de ser lo más amables y bondadosos/as posibles en cada situación como forma de conseguir mayor paz y serenidad y, por tanto, mayor felicidad.
Tengamos cuidado con las palabras que usamos, tanto para dirigimos hacia los demás, como con nuestros propios pensamientos. Las palabras, lo que nos decimos configuran toda nuestra vida. Seamos conscientes del poder de las palabras y usémoslas de forma positiva.