Desde muchos ámbitos se nos dice que, como clave para alcanzar la felicidad, hemos de desarrollar alguna actividad de ayuda. Es decir, hacer algo por los demás, desarrollar algún voluntariado, integrarte en alguna ONG en la que ocupes tu tiempo en servicio a los demás es muy bueno para ser más feliz.
Es un hecho probado. Estoy totalmente convencido que así es. Cuando se vive para los demás, cuando se trata de ayudar a otras personas, especialmente desfavorecidas, salimos de nuestro egoísmo, de nuestro deseo de tener más, de tratar de lograr más, para servir al otro/a, lo cual produce una sensación de bienestar tremenda, porque somos una familia humana, nos necesitamos, debemos ayudarnos unos a otros y desarrollar una vida de servicio, nos llena el corazón de alegría y felicidad.

No obstante para que la felicidad sea plena, me parece muy necesario que la ayuda ha de ser una actitud de vida, no simplemente un espacio que completo en determinados días a la semana, en una acción de voluntariado. Ciertamente puede estar muy bien ser voluntario en una ONG, ayudar durante un horario más o menos periódico, pero si luego, cuando vamos por la calle y alguien nos reclama no hacemos caso o cuando a una persona en el supermercado se le cae algo de su compra y no se lo recogemos, la actitud de ayuda —bajo mi humilde opinión— no es completa. Nos sentiremos bien con ese voluntariado, estaremos felices con lo que hacemos, pero creo necesario algo más.
Hace unos días alguien me decía he descubierto que para ser más feliz necesito ayudar a sí que dime algo en lo que pueda ayudar a los demás, quiero ser voluntario. Le expliqué todo lo anterior, porque para sentirnos bien no tenemos que ser la Madre Teresa de Calcuta, ni Vicente Ferrer y hacer una gran obra. Podemos ayudar en las cosas sencillas y cotidianas de cada día. ¿De qué me sirve fundar una ONG y hacer una enorme labor si luego veo a alguien en apuros en la calle y paso de largo? La actitud de ayuda es una forma de caminar por la vida.
En mi trabajo, por ejemplo me quedo más horario para ayudar a un compañero, en mi tiempo libre o de descanso hago labores que no tienen que ver con mi ocupación normal por ayudar a otras personas. En muchas ocasiones veo un papel por el suelo y lo recojo. No es que nadie me diga que tengo que ayudar, simplemente ya he interiorizado la actitud de ayuda y servicio a los demás como una forma de contribuir a un mundo mejor y que me hace sentir feliz, porque creo que con esos pequeños gestos estoy construyendo una mejor sociedad.
La ayuda para sentirnos bien, porque colaboramos con una causa, porque hacemos las cosas más o menos bien, porque dedicamos un tiempo a los demás y porque hacemos cosas muy buenas, es buena. Pero, cuando interiorizamos esa ayuda y la convertimos en una forma de ser y estar en la vida, no nos hace falta ninguna ONG, no hace falta algo externo, sino que todo es servicio, todo es ayuda, todo es felicidad.