No es que lo haya dicho ningún estudio de una universidad famosa, ni que se haya analizado a personas que saluden y otras que no. Simplemente es una impresión personal, por lo que veo en el día a día. Por el trato con los demás, tengo la sensación y convencimiento que aquellas personas que más saludan, que dan alegremente los buenos días, buenas tardes…, luego en el trato personal, son o, al menos a mi me parecen personas más positivas, felices y alegres. Cosa, que tiene sentido, bajo mi humilde opinión, porque no saludar o, lo que es peor, no devolver el saludo, supone hacer un esfuerzo en negativo para no saludar, es evitar o tratar de no ver, saludar, hablar, lo cual, creo nos hace más infelices y negativos/as

Saludar nos hace felices, porque no rehuimos o evitamos el saludo. Somos capaces de llegar a un lugar y saludar con un alegre: Buenos días, cosa que, aunque sea insignificante transmite contacto, cordialidad, felicidad, alegría, con aquellas personas que están presentes en ese espacio. En cambio, aunque parezca una nimiedad, no hacerlo, no saludar, evitar a personas, recluirnos, tengo la impresión que nos hace más negativos y huraños.
Es verdad que hay cierta tendencia y no se ve con malos ojos el ser antisocial. Hoy en día algunas personas lo confiesan abiertamente: dicen ser antisociales, no les gusta estar con otras personas, añaden que se relacionan mejor con pantallas, con Neflix o la consola, pero quizá eso sería objeto de otro debate. Lo que si es cierto es que esa antisocialidad, nos hace que no tengamos o deseemos encontrarnos con otras personas y, seguramente tampoco tengamos ganas de saludar y mucho menos de compartir o hablar con los demás.
Abogo por el saludo, por el Buenos días o buenas tardes como forma de conectar, contactar y alegrar a los que se encuentran a nuestro alrededor. No es lo mismo llegar a casa, después del trabajo, estudios o cualquiera que sea nuestra ocupación y gritar: ¡¡Buenas tardes, ya estoy aquí!! que entrar el el domicilio e irse directamente a los quehaceres sin hablar con nadie. No es lo mismo encontrarnos con personas conocidas o no y saludarles, al menos con los buenos/as… que no saludarlos o intentar evitarlos.
Sobre este aspecto si quisiera profundizar un poco, porque me parece que es dónde radica la infelicidad en el tratar de evitar saludar o encontrarse con… Porque cuando pensamos así, cuando actuamos así, en el fondo, estamos haciendo un esfuerzo tremendo para intentar no hacer algo que es natural y humano. Por ejemplo si no voy a un encuentro, lugar o lo que sea, por no encontrarme con alguien, quien estoy sufriendo, quien lo está pasando mal soy yo, porque debo hacer algo extraordinario, diferente, distinto, mientras que la otra persona, que si va a ese lugar, no hace nada, va tal como tiene planeado y no sufre, lo pasa bien, se divierte, mientras que a quien evita al otro, tiene como un resquemor dentro.
Es probable que en alguna ocasión, nos cambiemos de acera o disimulemos para no encontrarnos con alguien ¿Quién hizo el esfuerzo de cambiarse? ¿Quién tuvo que hacer un ejercicio mental para ver por dónde cruzar, por donde evitar…? Evidentemente eso nos generó sufrimiento al buscar la manera de evitar. Lo mismo sucede con el saludo, a mi me supone un esfuerzo tremendo, que no hago por supuesto, cuando voy por la calle y un desconocido/a me da lo buenos días y no se los devuelvo. Me da la sensación que tendría que hacer un esfuerzo importante en ordenar a mi cerebro: no devuelvas los buenos días porque no conoces a esa persona. Lo natural, lo lógico es devolver el saludo inmediatamente. Lo otro es ser negativo/a, hacer un esfuerzo que no es natural, creo, nos va cargando de negatividad.
Esta reflexión nace precisamente de un saludo no devuelto. Al día no se cuántos buenos días doy, innumerables, imposible de contar. Pero me llama la atención aquella persona a quien saludo y no devuelve ese saludo, incluso frente a frente y mirándonos. Cuando me sucede esto, sonrío bajo mi mascarilla y pienso todo lo que he expuesto aquí: no se puede ser feliz evitando saludar y hablar con los demás, porque somos personas sociales, porque nos necesitamos, porque crecemos, aprendemos, maduramos, socializamos, con los otros/as y eso, no lo podemos evitar. Estoy convencido: Quien saluda con facilidad, es más feliz.