¿Las emociones son razonables?

Hace tiempo que se habla de inteligencia emocional y de las emociones. A través de películas y diferentes situaciones se nos pone de relieve la importancia de gestionar adecuadamente nuestras emociones. Sin embargo, en los ritmos días he estado leyendo y, han llegado por varios canales la necesidad de sobreponer la razón a las emociones como manera de ser feliz. Quienes sostienen esta idea proponen que, si dejamos nuestra vida en mano de lo emocional, podremos parecer un poco marionetas. Vamos a estar con altibajos frecuentes, con cambios de humor constantes y con poca estabilidad porque estaremos en manos de las conocidas emociones básicas (la sorpresa, la tristeza, el desprecio, el miedo, la ira, la alegría y el asco) que, dependiendo a quien sigamos pueden ser desde cuatro hasta siete. Así que las cité todas para no dejar atrás nada.

Emociones ¿Sólo siete? Photo by Andrea Piacquadio on Pexels.com

Tengo la impresión que todas las emociones se racionalizan. Otra cosa es que por la urgencia o la sorpresa de una situación nos provoque de inmediato cierta reacción mecánica, instintiva. Pero que, luego, con posterioridad, racionalizamos. Si nuestra vida estuviese sólo en manos de lo emocional si que tendríamos un problema importante, porque seríamos tan inestables como las propias emociones. Es decir, podríamos estar alegres o tristes casi sin ninguna opción, sino dependiendo de cualquier estímulo externo.

Me explico mejor con un ejemplo. Cuando nos enamoramos, durante un tiempo estamos felices, nos parece todo maravilloso. Sonreímos, todo es de color de rosa, parece que el mundo es feliz con nosotros/as. Pero, cuando pasa un tiempo, empezamos a racionalizarlo. Nos llegan mensajes a la cabeza: Es que le gusta el fútbol, es que tiene unos amigos/a que no soporto, es que no se cuida, es que siempre hacemos lo que quiere. Por mucho amor, por mucho sentimiento que tengamos, la mente empieza a actuar, a racionalizar aquello que vivimos. Por tanto creo que siempre la emoción actúa, pero luego aparece la racionalización y filtra esos sentimientos.

Imaginemos un ataque de ira, enfado o miedo, por poner situaciones negativas. Se da una situación, las emociones actúan en sentido negativo, pero luego, cuando la situación ha pasado o nos hemos calmado, empezamos a racionalizarlo: No tendría que haber actuado así, mi enfado fue desproporcionado, tampoco hay porque tener tanto miedo, no fue para tanto. Es decir, empezamos igualmente a racionalizar aquella situación que hemos vivido. Lo cual es absolutamente normal. Es más, responde a la forma típica en la que todos/as actuamos. Generalmente tendemos a racionalizar casi todo lo que vivimos.

«Las propuesta de felicidad que nos hacen desde muchos ámbitos, para lograr la felicidad es que pongamos la razón por encima de la emoción, cosa que me parece imposible».

Básicamente porque sería como anularnos, convertirnos en ordenadores, que tenemos siempre que procesar el estímulo para dar una emoción correcta. De ese modo, acabaríamos con la espontaneidad, con la alegría, con la tristeza, con la emoción en en general. Seríamos simplemente razonadores. No nos emocionaríamos ante una canción, una frase, una obra de arte y tantas otras cosas. Mención aparte tendría el hecho de la reacción desproporcionada ante diferentes situaciones. En ese caso, sí que debería actuar la razón. No es normal, por ejemplo que si pierdo una moneda de unos céntimos arme la tercera guerra mundial en casa. En ese caso, la razón debería actuar para indicarnos que ese enfado es totalmente desproporcionado. También ante una actitud violenta, la razón debiera detenernos para no actuar con ira ante esa situación. El viejo truco de respirar profundamente y contar hasta… antes de reaccionar.

Es evidente que no podemos racionalizarlo todo. Las emociones tienen su misión y deben cumplirla. Lo ideal, creo sería de algún modo aprender a gestionar esas emociones. La forma más propicia parece, como ya he dicho en más de una ocasión el diálogo interno, nuestro mundo interior. Si estoy triste preguntarme ¿Cuál es el motivo? y dialogar con ese sentimiento o emoción. Si estoy alegre, lo mismo. De ese modo logramos conocer la raíz de las emociones, sobre todo aquellas que no controlamos, para poderlas gestionar mejor. De ahí que personalmente no relacione la felicidad o alegría con la muestra exterior de esa emoción en forma de sonrisa, porque no siempre detrás de una sonrisa está la felicidad.

Como conclusión para no extenderme demasiado. La razón no debería taponar a la emoción. Dejemos que las emociones nos emocionen, nos pongan los pelos de punta, nos sorprendan, nos hagan sonreír. Luego, ya tendremos tiempo de preguntarnos y hablar con esas sensaciones. En cuanto a las negativas, que pueden ser las más perjudiciales: respiremos, tomemos distancia, dejemos tiempo, no actuemos en caliente, reflexionemos con esas emociones y tratemos de cambiar el efecto que nos produce, si lo consideramos oportuno.

No es tanto la emoción, sino el efecto que produce en nosotros/as

SER POSITIVO/A

Lo que debiéramos controlar -entiéndase razonar- es lo que hacemos con esas emociones. No debería ser bueno que cualquier emoción positiva o negativa dirija nuestra vida, por muy buena que sea, porque no podemos estar siempre alegres, porque no debiéramos estar siempre tristes. Así, lo ideal es como gestionar, dialogar, valorar, para modificar, si queremos el efecto o la consecuencia que nos produce cualquier situación de la vida. De esa manera lograremos la felicidad, entendida como equilibrio, paz…

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