Las creencias y las metas.

Lo crees lo creas. Eso nos propone un dicho. Todo depende de nuestras creencias. Somos capaces de construir aquello que pensamos, que creemos. Sin embargo, hay personas que renuncian a sus sueños. Algunas razones pueden ser la falta de motivación, pensar que nuestros sueños son demasiado grandes para nosotros/as, creer que nunca lo vamos a conseguir y otras tantas cosas.

No dejemos de creer y soñar en nuestras metas

El problema de los sueños es que simplemente los soñamos. No nos ponemos manos a la obra. Si queremos conseguir algo, si soñamos con algo, tenemos que poner algo de nuestra parte. No podemos pretender, por ejemplo, ser un gran deportista de la noche a la mañana, sino que todo lleva un proceso. Se ha de entrenar duro, hay que trabajar a diario, hay que sacrificar mucho de nuestra vida para conseguirlo.

Siempre he criticado que se nos muestre con demasiada facilidad el éxito del actor, el deportista, el escritor/a de moda, sin que nadie se diga nada del esfuerzo y trabajo que hay detrás. En muchas ocasiones vemos a personas recoger premio por una película, una actuación, una investigación o ganar un torneo, pero nadie muestra el trabajo que ha existido detrás para lograr ese objetivo.

Sobre las metas a largo plazo

La clave es la perseverancia y la disciplina. Es muy difícil conseguir algo si no ponemos de esos dos ingredientes. Suele ocurrir por ejemplo que nos proponemos, por ejemplo, cambiar nuestro hogar. Compramos las pinturas con ilusión, algunos complementos que le darán un toque especial y nos metemos en faena. Empezamos con la pintura y resulta que empezamos a tardar más de lo previsto. La casa tirada, pintura por todos lados y empezamos a maldecir la hora en que se nos ocurrió esa idea. Nos arrepentimos, terminamos a prisa y escondemos las pinturas y lo demás en el trastero.

La cuestión o la solución sería haber empezado por un cuarto o una pequeña zona, terminarla y luego seguir con otra y así, sucesivamente. Al ver ese pequeño espacio terminado, nos serviría de motivación para seguir. Un ejemplo similar lo podemos encontrar en el deporte. Imaginemos que llevo años sin hacer ejercicio y me propongo hacer actividad física y salgo a correr diez kilómetros, al día siguiente hago lo mismo, de modo que aparecen las agujetas, dolores y molestias por todos lados. Así que cuelgo las zapatillas, pensando que es imposible para mi. Quizá la opción habría sido empezar durante unos días o semanas caminando con pequeños trotes, luego ir aumentando hasta conseguir mantener un ritmo de carrera para ese objetivo que nos habíamos planteado. Es muy probable que, según vamos avanzando en esos paseos y trotes diarios, cuanto más lo vamos alargando, más nos gustará por sentirnos bien, en forma, con energía y sin excesivo cansancio. Por tanto: perseverancia y disciplina. No se consigue nada de un día para otro

La cuestión es que dejamos de creer en nuestras posibilidades, en las metas que nos trazamos, ante las primeras decepciones. Abandonamos nuestras objetivos porque creemos que no podemos conseguirlo, porque el camino se vuelve complicado o porque nos parece demasiado largo o grande para nosotros. Por eso para los grandes objetivos hay que adaptarlos en pequeños fragmentos. Es como un puzzle. No podemos pretender completar un puzzle de mil piezas en un minuto. Cada pieza, cada fragmento colocado nos ayuda a completar ese gran mosaico, cuanto más lo vamos llenando más ganas nos dan de seguir adelante.

Los propósitos deben cortos y realistas. Cada pieza del puzzle debe ser un trozo que construye nuestro gran objetivo. Debemos considerar que cada pieza troquelada de nuestra vida es un trozo que nos ayuda a seguir, a crecer, pero la clave ha de estar en tener muy claro lo que queremos conseguir y poner cada día, cada semana un trozo de ese puzzle con el objetivo de la vida.

No dejemos de creer en nuestras metas, en nuestros objetivos. Creamos lo que creemos. La decepción, la negatividad, la desmotivación son algunas de las cosas que nos minan y nos impiden conseguir esos sueños esas metas. No dejemos que nos minen y nos desvíen de nuestro camino.

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