Navidad, tiempo de estar felices ¿o de aparentar estar felices? La verdad que las apariencias no son buenas. De ahí el dicho “las apariencias engañan” No es nada bueno andar aparentando cosas, porque al final, aunque no queramos, aunque nos reprimamos, aunque tratemos de dar a entender que todo va bien, se nota. Se ve claramente cuando hay felicidad interior y cuando no. Se sabe perfectamente y se nota cuando el corazón está en paz y cuando no.

No tiene mucho sentido fingir. Es más, en los últimos años, cada vez surgen más personas contrariadas con la Navidad. No están de acuerdo con la fiesta y se niegan a entrar en al vorágine de compras, comilonas y, por supuesto aparentar una falsa felicidad que debe compartir con todos los seres queridos y no tan queridos. “Es obligado estar o parecer felices”. Pero no debiera ser así.
Por otro lado creo conveniente no oponernos a este derroche de felicidad. ¿Por qué no aprovecharlo? Hay personas a las que le gusta mucho la Navidad, la viven de manera intensa. Les alegra la luz y el color, los regalos, los encuentros. Es un tiempo diferente y especial. ¿Si es bueno para algunos porque no disfrutarlo? ¿Si las personas están más felices porque aguarles la fiesta? Compartamos y aceptemos la felicidad de los otros/as. Sinceramente me agrada mucho ver la cara de felicidad el día de la lotería. Muchas personas se alegran enormemente cuando obtienen un premio, Me alegra su alegría, aunque sea una alegría efímera y por algo material, pero es alegría al fin y al cabo, con lo que me alegro con los afortunados.
La felicidad y la alegría es un entrenamiento. Si procuramos estar felices y disfrutar de lo bueno, nuestra actitud, nuestro carácter se irá amoldando a esa forma de ser. Si, generalmente hacemos lo contrario, estamos tristes, negativos, contrariados, así será nuestra forma de ser. Por tanto en Navidad, puede ser un tiempo para entrenarnos en felicidad. Cuanto más tiempo pasemos felices, mejor, más entrenados estaremos en felicidad y será como algo más natural.
Celebrar la alegría nos hace alegres. Oponernos, negarnos, quizá nos hace más huraños, tristes, malhumorados. Por tanto no se trata de fingir falsa felicidad, sino más bien dejarnos llevar por este sentimiento maravilloso ¿Por qué no sucumbir a la alegría en lugar de la tristeza? ¿Por qué no disfrutarlo, porque no abrirnos a la felicidad? No se trata de aparentar, sino de dejarnos guiar por los buenos sentimientos, por la postividad, la alegría, los buenos sentimientos de estas fechas. Sin fingir, sino contagiarnos de los buenos deseos, de los buenos propósitos, de la amabilidad, el alboroto y la algarabía de estos días.
No aparentemos ser felices, porque se nota. Dejémonos llevar, simplemente. Si esa felicidad no se nos contagia, no pasa nada. Pero si se llega a nuestro corazón, si se pasa de una persona a otra como una llama y nos contagia, dejémoslo hacer. Si nuestros familiares y amigos están felices, celebremos la felicidad con ellos/as. No le fastidiemos la fiesta, celebremos su felicidad. Disfrutamos de la alegría.