Pensé que la palabra no existía, porque sólo la había escuchado en conversaciones coloquiales. Pero sí, arrinconar existe y dice el diccionario de ella: poner en un rincón o lugar retirado, acosar a alguien no dejándole que escape o privar del cargo o confianza que gozaba. Pero ¿qué sucede cuando no hacemos eso a una tercera persona, sino que nos lo hacemos a nosotros mismos? Cuando nos arrinconamos, nos atrincheramos en una postura poco flexible y nos marginamos casi sin sentido.
Poco a poco, a veces, por tomar una decisión equivocada, por creer que tenemos la razón, nos vamos posicionando en un rincón, radicalizando nuestra postura y perdiendo amigos, familia o relaciones. Nos encasillamos en una «sin razón» que para nosotros lo es todo, arrinconándonos y quedándnos marginados. Para salir de esos rincones que, a veces sólo están en nuestra cabeza, sólo tenemos que cuestionar esa propia creencia o posición en la que nos hemos instalado, planteándonos el ¿Por qué?, ¿Cómo he llegado hasta aquí?, poniendo en duda ese razonamiento que nos aleja del resto.
Las peores batallas se libran en nuestra cabeza, dice algún refrán famoso. A veces, nos atrincheramos, nos arrinconamos, por nuestra propia estrechez de miras y por una forma de pensar radicalizada. En ocasiones, los chismes, las habladurías, nos llevan a un camino sectario y atrincherado de la realidad. De ese modo funcionan los pensamientos radicalizados, las sectas y grupos que no permiten demasiado el cuestionamiento interno, con un pensamiento exclusivo que no nos deja valorar otras opciones.
Hoy en día desde diversos sectores, bajo la bandera del «progreso» quieren hacernos creer que la única ideología válida es la del placer a toda costa, el dinero fácil, haz lo que quieras, diviértete o en otras posturas aparece la radicalidad conservadora, que tiene unos principios que molestan a esos progresistas. Ante todas esas ideologías arrinconadas y atrincheradas, sólo cabe ponerlas en duda y ver otras posibles opciones.
Por eso, considero muy necesario siempre cuestionarnos. A modo de filosofo, preguntarnos siempre el por qué de las cosas. ¿Tendré la razón? ¿Hay otros posibles pensamientos? ¿Por qué? ¿Estaré equivocado/a? Son preguntas que no deberían faltar en nuestros planteamientos si no queremos atrincherarnos ni arrinconarnos, siendo así más libres, positivos/as y felices.