No cabe duda que nuestra vivencia personal nos condiciona. No es lo mismo nacer y vivir en una familia acomodada, que en un barrio periférico o marginal. Sin embargo, tanto, naciendo en un lugar como en otro, nuestra felicidad depende de lo que hagamos con todo lo que tenemos en la cabeza.
Algunos no aciertan a comprender y otros ensalzan a quienes tienen muchas dificultades y son felices o consiguen el éxito en sus vidas. En el primer caso, habrá quien se pregunta ¿Cómo es posible que viviendo en la pobreza y la marginalidad, se pueden encontrar niños felices? Por otra parte hay personas con serias dificultades físicas que consiguen retos absolutamente increíbles Los deportes paralímpicos, por ejemplo, son una buena muestra de superación y de lucha. Por tanto, parece muy acertado pensar que nuestra felicidad depende como gestionamos nuestra vivencia hasta el momento.
Habrá quien, por desgracia, se pase su existencia lamentándose de una dolencia o de una enfermedad. Habrá quien maldecirá su vida porque tuvo una infancia infeliz, porque no tuvo todo lo que quiso y vivió entre penurias. Habrá, en definitiva, quien piense que su vida tiene una predisposición para el sufrimiento, como si no pudiésemos escapar o como si estuviéramos predestinados al sufrimiento.
Nuestra vida, si queremos ser felices, ha de ser una historia de superación. Precisamente algunos estudios sitúan el mayor pico de felicidad en la edad madura. No en la juventud como piensan algunos. En la edad madura, probablemente debiéramos aprender a vivir con aquellos recuerdos positivos y agradables que nos han configurado a lo largo de nuestra vivencia y olvidando o apartando los malos momentos o negativos.
Gestionar bien nuestros recuerdos supone utilizar aquellas cosas negativas que nos suceden como aprendizaje y trampolín para crecer y no para quedarnos anclados en ese momento. Es verdad que hay situaciones duras y complicadas que nos marcan y que nos cuesta tiempo superar. Sin embargo, hemos de intentar con todas nuestras fuerzas seguir adelante, gestionar ese recuerdo como algo del pasado y centrarnos en el presente. Sólo así lograremos disfrutar de una vida un poco más feliz. ¿Te atreves?