Parece que algunas personas tienen verdaderas cualidades para amargarse solas. ¡Con lo fácil que es ser felices! Hay personas que están enfadadas con otras, amigos o conocidos que, por alguna situación dejan de hablarse, lo cual genera un estado interior de infelicidad que podemos llamar “amargarse” o “ser un amargado/a”. Hace más de un año escribía una entrada sobre este aspecto en la que proponía que nadie te puede amargar la vida si no quieres. Sin embargo, hay personas que se complican la vida en su relación con los demás, por rencillas y problemas que acaban amargados.
El arte de amargarse la vida tiene como primer aspecto conflictivo el saludo. Algo tan sencillo como devolver el saludo a otra persona que simplemente quiere ser amable, hace que sea interpretado por otro —por la persona amargada— como una agresión. ¿Por qué me saluda, si no le conozco? ¿Qué…, quiere ligar conmigo? ¿Con lo que dijiste el otro día y quieres que te salude? Con preguntas autoafirmadoras negativas como estas, algunas personas no devuelven el saludo a otras, sin saber que realmente se están haciendo daño a sí mismos. Porque quien saluda, quien da los buenos días, es capaz de tener esa iniciativa, es una persona feliz con la capacidad de saludar. Sin embargo, quien no devuelve el saludo, tiene que hacer un esfuerzo negativo para reprimirse algo tan natural como el saludo. Esas situaciones, repetidas de forma asidua, sin devolver el saludo, nos hace un poco amargados.
Los rencores, ocuparía el segundo lugar como ingrediente para amargarnos. Hay quien actúa por venganza. Existen personas que, cuando se sienten maltratados o agredidos, en lugar de hablarlo claramente, son capaces de guardar durante tiempo el rencor, para luego, en una oportunidad devolverle aquello que le hicieron. Ese rencor lo único que hace es crear en nuestro corazón un tumor que se va agrandando según pasa el tiempo. Nos amarga, porque continuamente recordamos esa situación que vivimos en la que nos sentimos mal. No somos capaces de hablar con valentía con la persona que en su momento nos hizo daño, lo cual incrementa nuestro malestar y negatividad.
La agresividad, sin duda también nos amarga. Básicamente porque, aunque la persona agresiva, parezca invulnerable, generalmente tiene esa actitud para tapar algunos problemas que no quiere que se conozcan. Hay personas que son especialmente agresivas en su lenguaje y en su tono de voz. Suelen dar miedo, porque hablan alto, parecen que siempre tienen la razón. No se puede establecer un diálogo sosegado y tranquilo con ellas. En el fondo también están algo amargadas, porque aunque presumen y hablan con voz alta, no se les suele escuchar, generan cierto rechazo y acaban siendo personas solitarias.
Bien, entonces ¿Cuál es la alternativa?
Son muy sencillas: en primer lugar, salude usted a todo el mundo. Dé los buenos días, cuando entre en un lugar, dé las gracias siempre. Es verdad que si no estamos acostumbrados, al principio nos costará un poco, pero luego, con entrenamiento, seremos capaces de saludar sin problema. Siempre he pensado que sufre mucho más la persona que deja de saludar a posta, que quien da el saludo alegremente.
Frente al rencor, el perdón. No vale el perdono pero no olvido. Realmente así no estás perdonando. Perdonar supone olvidar, pasar página. No tener en cuenta lo que ya pasó, no estar anclado al pasado que no se puede cambiar. Las personas que son felices perdonan con facilidad y olvidan. Además, si tienes alguna dificultad con alguien: ve y háblalo u olvídalo. No tiene ningún sentido guardar dentro ese tumor negativo que nos amarga la vida.
Frente a la agresividad, respirar. Antes de soltar lo primero que nos sale por la boca, pensar bien. Es difícil, pero con entrenamiento se logra. También sería muy bueno bajar el tono de voz. Tratar de no hablar tan alto y espaciando las palabras para que nos ayude a pensar un poco lo que queremos decir.
No nos amarguemos la vida. No seamos amargados. Practiquemos la felicidad con estas tres claves: Saludar, Personar y bajar nuestro tono de voz y agresividad. Seremos un poco mas felices.