Nunca. Así de sencillo. Nunca. Es más, tratar de ser como antes, nos hace mucho más infelices. Cuando llegamos a la madurez, algunos añoran la juventud. Ahora tenemos responsabilidades, familia, obligaciones y deberes que hacen que la vida sea distinta a cuando estudiábamos y nos divertíamos con pocas responsabilidades. Pero, desde luego añorar esos momentos de juventud no nos conduce a ninguna parte.
Lo peor, en esa situación de añoranza es que, vivir el presente queriendo revivir aquellos momentos, seguro que maravillosos, nos impide vivir una vida feliz ahora. Estaremos atascados pensando que “todo tiempo pasado fue mejor”, tal como nos propone el dicho. La vida está pensada para vivir hoy, para vivir y disfrutar intensamente el presente. No tiene ningún sentido creer que nuestra juventud fue mejor que la vida actual, porque pensar así, únicamente es una tortura que nos mata lentamente por dentro.
El pasado, la juventud, seguro que fueron momentos inolvidables y preciosos, lo mismo que la infancia, pero la vida esta pensada para edificarla sobre esos recuerdos y vivencias, pero no para anular el presente creyendo que aquel momento fue mejor. Aquellos momentos no volverán, pero seguro que habrá otros instantes igual de maravillosos e interesantes. Aunque podamos salir de fiesta una noche, o volver a estudiar, reunirnos con los mismos amigos de la juventud y de la infancia, nada volverá a ser como hace años, porque hemos aprendido, vivido, acumulando experiencias y vivencias que nos han cambiado a todos.
Nada volverá a ser como antes. Precisamente eso es lo maravilloso de la vida que está pensada para que comencemos en un punto y terminemos en otro lugar acumulando experiencia, sabiduría, conocimientos que no tenemos con anterioridad. Se trata de una edificación que empezamos a construir desde pequeños y, obviamente, si volvemos atrás o pensamos únicamente en vivir de los recuerdos, sólo conseguiremos la apariencia de un edificio grande y sólido, pero con la estructura y unos cimientos muy pequeños, lo cual nos debilita por dentro.
No deseemos volver a ser como cuando éramos jóvenes. Miremos el álbum de recuerdos o las fotografías antiguas con la alegría del camino recorrido, con la experiencia que nos ha dado todo ese trecho, pero sin la nostalgia de que aquello fue mejor, puesto que el mejor momento es ahora. Ahora es cuando está sucediendo tu vida. Ahora es cuando tienes que disfrutar y vivir todo lo bueno que nos ofrece este mundo maravilloso. Hay que mirar hacia atrás con la misma alegría que mira el niño sus marcas de crecimiento, sabiendo que cada día es alguien más grande, más sabio, más curtido y feliz. No volveremos a ser como antes, porque estamos aquí y ahora.