¿Crisis de lo humano?

Estoy convencido que una de las cosas que nos hacen felices, ser positivos y optimistas es la ayuda a los demás. Por eso, no como receta para obtener esas cosas, sino como algo que llevo interiorizado desde muy joven, presto mi colaboración y solidaridad hacia otras personas de manera individual y también en Organizaciones estructuradas. Sin embargo, en los últimos años detecto que ese tipo de ayuda y cooperación ha descendido. Las asociaciones vecinales cierran sus puertas, las agrupaciones apenas cuentan con voluntarios, ¿existe una crisis de lo humano?

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Tengo la impresión que sí que existe una crisis de voluntariado. Aunque no de aquel que ante una situación de emergencia socorre a otros. Es decir, al percibir una situación en la que alguna persona pide ayuda, generalmente prestamos esa cooperación. En una catástrofe, un accidente, en una emergencia, generalmente respondemos bien. No así, creo, para cooperar con cualquier entidad o fin de manera continuada. Detecto que cada vez es más difícil que las personas se comprometan con cualquier entidad sin ánimo de lucro, sólo con la finalidad de prestar un servicio a los demás. Aún a sabiendas que uno de los pilares de la felicidad es, precisamente esa cooperación hacia otros y que casi todos las propuestas para ser felices, nos invitan a dedicar parte de nuestro tiempo en actividades de voluntariado y solidaridad, algo con lo que estoy completamente de acuerdo:

«somos más felices cuanto más nos damos»

Sin embargo, esa solidaridad está en total recesión. Desde el ambiente consumista en el que vivimos se nos invita incesantemente a buscar la felicidad en nuestro bienestar. Cuando tengas este dispositivo serás más feliz, cuando realices el viaje de tus sueños serás más feliz, ir a cenar en aquel sitio es un placer inigualable…. Así buscamos la felicidad de manera equivocada en actividades egoístas que, precisamente, nos alejan de ese camino de la felicidad. Ayudar a los demás de manera efectiva: a una persona a cruzar la calle, a alguien que se el cae algo, abrir una puerta, ceder el paso… como actitud de vida, nos hacen inmensamente más felices que disfrutar en nuestra intimidad del dispositivo de última generación. Los aparatos únicamente nos complacen, como a un niño en navidades, durante un rato, luego los arrimamos en cualquier esquina. No dejemos que exista una crisis de lo humano. Evitémosla con la ayuda continua a quienes se cruzan en el camino para construir entre todos un mundo un poco mejor.

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