Creo que ya he escrito sobre esto en otros veranos. Los datos avalan esta afirmación. La mayor parte de las separaciones se produce en vacaciones. ¿Por qué? Muy sencillo: porque tenemos que convivir más horas y, precisamente, la convivencia no es fácil. Entonces ¿Cómo es posible terminar el verano sin rupturas? Muy fácil: dejando espacios y con pequeños detalles.
Dejando espacios
No soy un «aconsejador» profesional, pero reconozco que en la convivencia quizá haya que promover estas dos ideas. Dejar espacios significa para mi no agobiar, dejar, permitir que la otra o las otras personas puedan desarrollarse en aquellos aspectos que consideren importantes. Es frecuente escuchar a algunos decir: «yo antes de convivir hacía…» «a mi me gusta… pero como a mi pareja no pues…» y así un sinfín de situaciones que impiden la buena convivencia. Es verdad que lo ideal es que la pareja compartiera el 100% de los gustos y aficiones, pero eso no es posible. No es real. Así por tanto, la idea de permitir espacios es ser capaz de dejar que la otra persona realice actividades, aficiones, trabajo, que realmente le hagan sentir felices.
Por ejemplo: a algunos les puede gustar el fútbol, una afición que no es compartida con el resto. Bien, pues nos organizamos: mientras ves el partido yo leo o realizo otra actividad. Luego, a la otra persona que le gusta pasa una tarde «neflixando» pues permitimos que realice esa actividad, acompañando o respetando ese gusto. Puede ocurrir también que a un miembro de la pareja le guste hacer deporte y al otro no. Bien, mientras uno hace deporte, el otro realiza esa otra actividad que le apetece. Obviamente, deben existir otras muchas otras aficiones que realizan juntos: caminar, la playa, salir con amigos… Porque si todas las actividades se realizan en solitario, al final no hay una verdadera convivencia. Cuando hablo de dejar espacios me refiero a alguna actividad puntual que a un miembro de la pareja le gusta y al otra no. Hay que permitirla, apoyarla y no pretender que toda su vida cambie para adaptarse uno a los gustos del otro.
Los pequeños detalles
La segunda idea, la de los pequeños detalles. Supone que hay mínimas cuestiones de la convivencia que deben ser habladas u olvidadas. Suele ocurrir a veces que cuando una pareja se separa y son preguntados por los motivos, muchas veces hay un cúmulo de pequeños motivos que se convierte en uno grande: no recoge la ropa, no ayuda en casa, deja la pasta de dientes sin tapar, la escobilla del baño sucia, las luces encendidas… y así, podríamos hacer una lista inmensa de pequeñas gotas que van llenando un vaso que termina en la tan manida frase: «se nos acabó el amor». Bien pues esos pequeños detalles que nos molestan de la otra persona sólo hay dos vías: o los hablas en el momento de forma asertiva o los olvidas. Si no, se convierten en un cáncer que acaba con la convivencia. Es frecuente que, cuando hablamos con parejas separadas empiecen a sacar una lista inmensa de cosas que han ido acumulando durante años de cosas que no les gustaba de la otra persona y la pregunta es ¿por qué no lo dijiste? ¿Por qué aguantaste tanto? Por tanto, esa es la segunda idea: Olvida o háblalo y, cuando digo olvidar, significa olvidar de verdad: aceptar totalmente aquellas cosas que no te gustan demasiado de esa persona.