Dejemos las etiquetas

Que si los tatuados somos buenas personas, los animalistas son mejores, que si los homosexuales, que si los de derechas o de izquierdas. Dejemos las etiquetas que no nos sirven para nada.  Las etiquetas clasifican, encasillan, limitan y no dejan crecer a las personas. Evitemos las etiquetas. Abogo por utilizar una única etiqueta: PERSONA. Ninguna otra más.

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Leo con frecuencia en los medios sociales airadas defensas de personas encasilladas en un determinado colectivo que se sienten agredidos y piden respeto hacia su condición particular. Un error doble, bajo mi punto de vista: por parte de quien pone la etiqueta y por parte de los que se sienten etiquetados. Esa forma de clasificar a las personas es realmente lamentable, porque impide que la persona se pueda desarrollar y cambiar según su conveniencia.

Hace algunos años aprendí una frase que me encantó y que incorporé a mi vida: «las personas no somos, vamos siendo». Es una idea que he desarrollado en alguna publicación anterior y en la que se afirma, con razón, que es incorrecto decir: es que yo siempre soy así, nunca voy a cambiar y otras barbaridades que desgraciadamente nos decimos. Por eso odio las etiquetas, porque estoy convencido que las personas podemos y debemos cambiar hacia el lugar donde consideremos oportuno. Podemos dirigir nuestra vida de la mejor manera que consideremos. Por tanto afirmar que una persona es de determinada forma la encasilla y le impide desarrollarse.

La única etiqueta que me interesa es PERSONA. Eres persona. No me interesa tus preferencias sexuales, si estás tatuado o tus creencias. Te valoro por que eres persona y nada más. Luego, con el paso del tiempo decidiré si eres o no importante en mi vida, si quiero mantener una relación de amistad, de trabajo o cualquier otra contigo. Pero no me quedo con lo superficial. No deberíamos quedarnos con lo superficial de los demás, sino darle una oportunidad para saber quién eres de verdad y mucho menos con la etiqueta que me han dicho que tiene.

Desgraciadamente en el campo educativo se utilizan muchas etiquetas que encasillan a los alumnos: el empollón, el desastre, el gracioso, el inquieto, el TDAH, el que no llega, el listo… Ese tipo de etiqueta hace que los profesores y compañeros clasifican a los alumnos y les impidan avanzar. ¿Para qué te esfuerzas con ese estudiante si no va a llegar?. Tremendo.

Insisto: dejemos la etiquetas. Demos la oportunidad a cada persona de ser lo que quiera, sin que le cataloguemos por su condición sexual, ideológica, apariencia, vestimenta, etc. Dejemos crecer y desarrollarse como quiera, sin enjaular en un determinado compartimento a quien es diferente.

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