En principio de bastante poco. Especialmente cuando nos quejamos de nosotros mismos y con las personas equivocadas. «Es que tengo un dolor dorsolumbar en la quinta vértebra» —Bien ¿y como puedo ayudarte?— Seguramente de ninguna manera a no ser que seas médico o se tengan amplios conocimientos en medicina. Por lo tanto quejarnos por quejarnos con las personas equivocadas no sirve de nada.
Entonces, ¿Para qué nos quejamos? Es probable que necesitemos expresar aquello que sucede en nuestro interior. La cara es el espejo del alma. Por tanto, cuando llevamos mala cara, lo normal es que en la conversación digamos: «pasé mala noche», «me duele esto o lo otro». Sin embargo, las quejas a todo el mundo, insisto, sirven de bastante poco y no mejoran en nada nuestro estado de ánimo ni felicidad.
Es cierto, que entre personas cercanas, nos quejamos: «hoy tuve un mal día», «me hice daño trabajando», «hoy las cosas no fueron bien», como quien cuenta lo que le ha sucedido durante el día, sin ninguna pretensión especial más que contar como han ido las cosas. Pero acostumbrarnos a la queja nos impide avanzar, crecer y ser más felices.
La queja no es una solución, es el problema. Por tanto es mucho más productivo centrarse en la solución. Tengo un problema en la espalda, voy al médico y me quejo con él que con toda certeza nos ayudará. Que mi coche se averió o está mal reparado voy y me quejo al mecánico. Me atendieron mal en un establecimiento, pongo una queja formal… pero ¿De qué sirve quejarse con todo el mundo? De nada.
Seguramente que conocemos a alguien que se queja con frecuencia. ¿Qué concepto tenemos de esa persona? Es débil, está triste, la vida le va mal, está deprimida… y así completamos una lista inmensa. Y cada vez que vemos a esa persona, tratamos de evitarla porque no nos aporta nada bueno. Por tanto, no seamos como esas personas.
¿Qué pasaría si la energía que dedicamos a la queja la dedicamos a la solución? Seguramente nuestra vida cambiaría radicalmente. Tengo que citar aquí al papa Francisco, de quien trascendió un cartel que tiene colgado en la puerta de su armario. Dice: «Prohibido quejarse». Tremendo. Un persona de edad avanzada y tenga como propósito evitar las quejas me parece todo un ejemplo. ¿Deberíamos hacer lo mismo? ¿para qué te quejas?
Totalmente de acuerdo 👍 🙂
Gracias 😊
Lo intento! todos los días… pero aveces parece tan dificil que rpefiero no hablar con nadie
Intentarlo ya es algo. También tengo la impresión que es cuestión de práctica. Es decir, darse cuenta y poco a poco intentar evitarlo.