Día tras día recibimos algunas invitaciones. Desde una solicitud de amistad en una red social, hasta salir a dar un paseo o tomar algo. Sobre las invitaciones hay quienes las niegan todas. Es decir, quienes suelen ser más reservados y rechazar cualquier propuesta, a no ser que venga de una fuente fiable. Otros, en cambio, se embarcan en cualquier actividad, aceptan cualquier propuesta venga de de donde venga. ¿Cuál de las dos opciones es la correcta? ¿Hemos de aceptar las invitaciones o rechazarlas por sistema?
Hay personas más introvertidas y otras más solitarias. ¿Cuál es la mejor opción? No hay nada escrito ni prescrito sobre las decisiones que toma cada uno. Puede suceder que en un determinado momento estemos más abiertos y nos lancemos a cualquier cosa y, luego en un momento más depresivo, no nos guste nada. Aunque, una actitud muy retraída puede cerrarnos muchas puertas, al contrario que las personas más sociales y extrovertidas.
Una técnica que me suele funcionar es: «no cerrar puertas». Cuando nos plantean una actividad, propuesta o salida, no dar una respuesta inmediatamente, sino dejar la puerta abierta. Eso nos permite meditar y pensar bien la decisión que vamos a tomar. Además, cuando se nos plantean proyectos a largo plazo, no es nada bueno negarse, porque no sabemos muy bien donde vamos a estar dentro de unos meses, sino aceptar la propuesta con agrado e interés para tomar la decisión definitiva cuando sea absolutamente necesario. Es decir, si alguien nos invita a formar parte de una empresa, grupo a actividad en el futuro, que no implique inversiones importantes, podemos seguir en ella hasta que tengamos que tomar una determinación tajante.
Por tanto, tengamos una actitud positiva y abierta ante las invitaciones o llamadas que recibimos cada día, porque con muchas puertas abiertas, podemos elegir en determinados momentos el camino más conveniente. Sin embargo, si cerramos puertas y se nos ofrece un cambio, buscar nuevos horizontes, con pocas amistades, nuestra capacidad de elección está más limitada.
Aceptemos propuestas. O, al menos, no seamos negativos o cerrados ante ellas, porque en el futuro, nos pueden resultar necesarias. Seamos positivos.