Igualdades

El pasado jueves celebramos el día internacional de la mujer trabajadora. En los últimos tiempos esta celebración se ha quedado recortada a sólo «día de la mujer» con una jornada reivindicativa reclamando la igualdad. Sin lugar a dudas, una reclamación más que justificada a lo largo de la historia donde lo femenino ha sido objeto de discriminación.

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Al hablar de mujer y trabajadora no puedo evitar recordar a mi madre. Se jubiló después de cumplir cincuenta años trabajando. Si, cincuenta. Por lo que empezó a trabajar antes de los 15 años para llegar a superar esta cantidad de tiempo trabajado. Así era la sociedad de postguerra de entonces. Había que dejar los estudios para ponerse a trabajar por cuenta ajena o en las labores agrícolas de la familia. Si hay una mujer trabajadora y luchadora, ejemplo para la familia, esa fue mi madre.

Como aquí suelo escribir de felicidad, positividad y esas cosas, tengo la sensación que reclamar igualdad no es objeto de felicidad. Es decir, cuando reclamo igualdad es porque no soy feliz con mi estatus, con mi situación laboral o personal y, por tanto, desde todos los organismos se debería promover una igualdad que contribuyera de forma efectiva a la felicidad de todas las personas.

Otra idea que me surge en cuanto a las reclamaciones de equidad es que, para pedir  la  igualdad hemos de compararnos y, como ya sabemos, las comparaciones son odiosas. Durante estos días se han vertido muchos datos de las diferencias entre sexos en nuestro país en cuanto a desempleo, salario, puestos de responsabilidad que, por desgracia, favorecen a uno de los dos sexos. ¿Esa comparativa nos hace más felices? Creo que no. Únicamente nos deprime y nos hace caer en la cuenta de que no avanzamos lo suficiente.

Desde los gobiernos se tiene que vigilar que en ningún caso los convenios colectivos o cualquier otra legislación se cumpla en materia de igualdad. Pero no nos comparemos, porque ambos sexos se necesitan y se complementan en todos los ámbitos de la vida.  Por tanto no andemos confrontándonos con otros para saber sí aquella persona gana más dinero que nosotros, si tiene un mejor trabajo que el nuestro o si en aquel sector hay más mujeres que hombres. Si es denunciable, denunciémoslo. Pero, criticar que hay más hombres directivos que mujeres o que hay más enfermeras que enfermeros no conduce a la felicidad que es lo que todo anhelemos en la vida.

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