El otro día estaba en una cola de tráfico. Un accidente, con varios vehículos implicados, había bloqueado completamente la autovía. Al ver que la circulación se detenía completamente, subí la música de la radio y paré el motor. Sin embargo, en el interior de los vehículos de mi alrededor veía personas desesperadas. Se asomaban para mirar por la ventana, se bajaban del coche, hablaban por teléfono con grandes aspavientos. Así que me preguntaba ¿por qué sufrir innecesariamente?
¿Está en mi mano hacer algo para cambiar aquella situación? Seguramente no. Por tanto, ¿Qué sentido tiene ponerme de mal humor? Otro día en un restaurante. La comida tarda en llegar, el servicio no es muy eficaz y hay continuos errores en lo que se ha pedido en la comanda. Ante esta situación hay nuevamente dos soluciones: Primera el mal humor, enfadándose con los camareros, pidiendo poner una reclamación, generando ansiedad, nerviosismo… O la segunda opción: disfrutar de la charla y de la comida cuando venga y luego tomar la determinación de no volver más a ese sitio por su mal servicio. Cualquiera de las dos es valida. Sin embargo, sólo una de ellas nos permite ser más felices cada día.
Hay una cita que me gusta mucho y que recuerdo con frecuencia y que es la clave para no sufrir innecesariamente. Dice así: «Pido serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo y sabiduría para reconocer la diferencia». ¿Puedo cambiar el accidente de tráfico y llegar puntual a mi trabajo? No. A no ser que esté cerca de donde ocurrió y pueda ayudar en algo. ¿Puedo hacer algo para que en el restaurante me sirvan más rápido y eficazmente? No, porque no depende de mi. Depende de la organización de la cocina, de los trabajadores… etc. Por tanto, no tiene ningún sentido pagar por una comida que no voy a disfrutar y encima terminar de mal humor.
La aceptación puede ser considerada como fragilidad o debilidad para algunos. Sin embargo, no es así. No es que no queramos luchar, no es que nos aguantemos sin más. Es simplemente reconocer que hay cosas que se escapan de mis manos y que únicamente me provoca sufrimiento si intento modificarlo. En el caso del accidente de tráfico, ¿y si tomo una salida de la autovía? Podría ser una buena solución, pero ¿Cuántas veces hemos tomado esa decisión y nos encontramos un atasco mayor? En la opción del restaurante ¿Nos levantamos y nos vamos? también es una opción válida pero se habrá estropeado la velada, habremos generado nerviosismo y ansiedad entre los que nos reunimos y en todo el restaurante.
Aprendamos a respirar, subir la radio y disfrutar de cada momento, especialmente tener serenidad para aceptar aquellas cosas que no puedo cambiar y que me hacen sufrir innecesariamente.