En ocasiones, cada dificultad que surge en el camino la enfrentamos como si fuera un problema a resolver. ¡Una cosa menos!, ¡Por fin he terminado esto!, ¡Menos mal ya lo he pasado! y frases así se instalan en nuestro vocabulario y nuestro pensamiento. Afirmaciones que no son inocuas porque cualquier cosa que nos digamos a nosotros mismos tiene una carga emocional importante.
Si nos planteamos las cosas que hacemos como un problema, nuestra vida será una escalada sin fin, rodeada de dificultades que nunca acaban. De modo que, cuando parece que hemos acabado una tarea, aparece otra igual de complicada. Parece que transitemos por un camino de baches sin final, abocados al sufrimiento. Por tanto habría que cambiar nuestra mentalidad y ver cada actividad de la vida como un reto y no como un problema.
Precisamente si nos centramos en las dificultades somos incapaces de disfrutar del camino. Estaremos pensando: ¡ahora viene la campaña…!, ¡después me toca la actividad…! y así sucesivamente. Mientras estamos agobiados con los plazos a completar y con las metas, se nos olvida disfrutar del camino. Y, por si fuera poco, nos obliga a centrarnos en las dificultades o metas que nos hemos establecido y no vemos más allá, donde se encuentra la solución.
Quitemos de nuestro vocabulario la palabra problema. ¡Elimínala! Desde ahora no existe y cámbiala por RETO. Busca las soluciones, plantea los desafíos. De esa manera no sólo utilizamos un lenguaje más positivo, sino que ayuda a tener una visión más amplia que el planteamiento exclusivo de la dificultad que atravesamos.
La madurez me ha ido diciendo que no he de preocuparme mucho por los problemas ni por las dificultades, porque cuando llegue el momento habrá que enfrentarlo y se solucionará. Y, si no tiene solución, ¿Para qué preocuparse? Olvídate de los problemas, dale la bienvenida a los RETOS. Se Positivo