Parece que está de moda ser minimalista. Yo lo entiendo como pobreza, pero minimalista queda más chic, más moderno, pero al fin y al cabo, vivir de forma minimalista y pobre, creo que viene a ser más o menos lo mismo.
Vivir en la pobreza, en occidente es ser minimalista. Tener menos es más, reza uno de los eslóganes de esta tendencia, que ayuda, indudablemente a ser más felices. La razón es muy sencilla. El apego genera dependencia. Vivimos en una cultura consumista en la que nos hacen creer continuamente que «si tenemos… (cualquier cosa) seremos más felices. La tecnología, un vehículo nuevo, un electrodoméstico, hará que tu vida sea más feliz. El problema es que nos lo creemos.
La cultura de la pobreza (minimalista) reivindica vivir sólo con lo necesario, con aquello que realmente necesitamos. ¿tiene algún sentido tener nuestra casa llena de artilugios que no usamos frecuentemente? ¿Es adecuado disponer de un sillón o un juego de salón carísimo para usarlo sólo dos veces al año? La pobreza nos hace más felices y, si no, que se lo digan a quienes viven su vida alejados del mundo… sin nada, más que con su meditación y lo que les rodea.
Sin embargo, la sociedad, el consumo no quiere que seamos ni pobres ni minimalistas. Si tu teléfono móvil tiene dos años, debes cambiarlo porque se ha quedado obsoleto. Si el coche tiene más de cinco años, debes comprarte otro, porque no incorpora la última tecnología. Si tu televisión no es full HD, no te sirve de nada y así, podríamos enumerar una larga lista de elementos con los que convivimos y cientos de mensajes que recibimos todos los días para que sigamos alimentando el mundo del consumo y una cultura de ricos o maximalista… porque no importa que no tengas dinero para comprar eso que tanto deseas. Para eso están los bancos «para hacer tu sueño realidad».
Vivamos en pobreza, en la cultura minimalista. No porque esté de moda, sino porque el apego a las cosas, nos hace más dependientes, más infelices. Aprendamos a vivir con lo necesario dejando lo accesorio de lado, regalándolo o no comprando aquello que no usemos. Vaciemos nuestros armarios y estantes de ropa y artilugios inútiles que guardamos sólo por «si hace falta». Soltemos, dejemos ir… y seremos un poco mas felices.