La felicidad de la gratuidad

Vivimos en un ambiente donde todo tiene un precio. Nadie regala nada, o eso dicen. Por contra practicar la gratuidad es una fuente de felicidad inagotable.Gratuidad jesus marero jpg

El comercio, la venta, la ley de la oferta y la demanda, nos invita a pensar que todo tiene un precio. ¿Cuánto costará eso?, ¿cuánto pagas? Son preguntas frecuentes en cualquier conversación. Sin embargo, la cultura de la gratuidad nos invita a trabajar sin pedir nada a cambio, a experimentar la felicidad de entregar sin más.
Desarrollo actividades de voluntariado a diario y siempre hay quien espeta: ¡vaya esclavitud! ¿Y qué sacas tu con eso? La respuesta es simple: Nada. Una vieja frase lapidaria dice que «las cosas más importantes de nuestra vida son aquellas que no se compran con dinero. Así, el amor, la felicidad, La Paz, la alegría… son valores que únicamente se dan o se reciben gratuitamente, cualquier interés desvirtúa esa acción. De lo que sí estoy plenamente convencido es que, en general, cuando entregas gratuitamente tu tiempo, tu saber, tu trabajo… al final recibes más de lo que entregas. Es decir, soy muy feliz en las acciones de voluntariado que desarrollo.
Sin embargo, ni siquiera deseo la felicidad, porque desde el momento en el que piense que estoy entregando mi tiempo para recibir algo a cambio, se pierde automáticamente es espíritu. En un discurso de jubilación, un compañero agradecía el haber descubierto, aunque algo tarde, que había que hacer las cosas por hacerlas, sin más, simplemente por disfrutar de lo que se hace. Por tanto, nuestra idea debe ser esa: disfrutar de lo que se hace, sin esperar nada, sin buscar la aprobación de los demás, sin pensar si quiera que el altruismo genera felicidad. Simplemente haciendo las cosas por que sí, disfrutando de ellas, seremos simplemente FELICES.

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