Recuerdo siempre con muchísimo cariño una escena de la película Patch Adams que me ha marcado para siempre y que responde al título de la pregunta. El fragmento de película en cuestión es aquel en que Patch visita a uno de los enfermos del hospital psiquiátrico al que le pregunta por los dedos que le enseña. Eran cuatro, pero desenfocando la mano, se podían ver más. Con aquellas maravillosa enseñanza aprendí que si focalizamos nuestra atención en el problema, jamás conseguiremos avanzar, mientras que, si por el contrario, vemos más allá, buscamos soluciones, seremos capaces de crecer, avanzar y ser más felices.
Esta sencilla lección nadie nos la ha enseña, sino que en la vida nos hemos acostumbrado a poner el acento en el problema. Si tenemos un roce con nuestro coche, nuestra atención va hacia el vehículo, lo que nos costará repararlo, el daño sufrido, etc. Cuando tenemos un problema con alguien, nos centramos en ese alguien y no somos capaces de ver más allá y buscar una solución, o una posibilidad para solucionarlo. Así la vida nos va dando amarguras, por el problema con el coche, con las personas, con todo lo que nos sucede, incluso llegando a pensar que los dioses se han confabulado en contra nuestra.
Lo primero que hemos de aprender es que no hay situaciones buenas o malas. Ese atributo se lo damos nosotros. Nadie nos ha dicho que sea malo tener un roce con el coche. Puede que ese incidente sea para caer en la cuenta que pasamos demasiado rápido cada día por algún lugar y que debemos ir más atentos o puede ocurrir también que el vehículo necesitara una reparación y, con ese pequeño aviso, podemos hacer el trabajo.
Con las personas es más complejo. Nos cuesta mucho más ver una solución en un conflicto personal. No es fácil porque hay muchas variables. Sin embargo, lo ideal es siempre centrarnos en la solución. Ante una ruptura, se abren nuevas oportunidades, ante un enfrentamiento, quizá era necesario recapitular y buscar otras opciones, puede que necesitemos cambiar de aires…
Sin embargo, no sé en qué manual de la vida, parece que escrito a fuego, dice que hemos de pasarlo mal. Como si de un mandamiento de la sociedad moderna se tratara, se nos obliga a sufrir y a compadecernos de nosotros mismos de forma infinita, sin que eso solucione el problema ni mejore en absoluto nuestro bienestar.
Por tanto, ante un problema, centra todos los esfuerzos en la solución. Si es necesario podemos escribir todas las opciones y valorarlas con calma. Alejarnos, tomar cierta distancia, nos hace ver las cosas de otra manera. Finalmente, el victimismo no nos lleva a ninguna parte, lamentarnos y maldecir nuestra situación no va a mejorar nada. Solo se crece ante las dificultades, a la meta se llega con esfuerzo y con tesón…