Cumplir años no es algo que me guste. No es que quiera impedirlo, sino que no me gusta demasiado la frase. Cumplir, parece como realizar algo obligatoriamente o debido. Siempre me ha chocado esta expresión, pero me tocó celebrar la fecha de mi nacimiento (sería otra forma de decirlo) y, lógicamente fue algo sencillamente maravilloso. No porque hubiera una gran fiesta, no por los regalos, sino por la sensación de alegría y gratitud que se respira en ese día.
No soy de los que doy las gracias en mi red social a todos los que me han felicitado en ese día, de hecho, intenté que no se viera mi fecha de cumpleaños, pero algo hice mal, porque no funcionó y llegaron decenas de mensajes a los que respondí personalmente. Me quedo con lo bueno de la celebración, como siempre, con todo el buen rollo vivido ayer, especialmente con la familia, también en el trabajo y de los que no están tan cerca y también se acuerdan.
Generalmente me siento abrumado por tanto, creo que no soy merecedor de ello, me gusta la sencillez y me emociona que algunas personas se tomen unos minutos en felicitar, me emociona compartir unas cotufas y unas tarta con la familia, porque son las cosas que realmente valen la pena y las que nos hacen tener un corazón más grande. Mientas miraba los mensajes me alegraba, de encontrarme, aunque sea por unos instantes, con alumnos y ex alumnos, padres, amigos que han formado parte de este maravilloso viaje de la vida durante un tiempo y que ayer se asomaron a mi ventana para felicitar. En este día siempre me hago el propósito de hacer lo mismo, felicitando a los amigos por su cumpleaños, pero la velocidad, las prisas, siempre son los enemigos, que nos despistan de lo realmente importante.
Lo vivido ayer, lo que celebramos hoy y mañana será el gran legado que hace de la vida un fisco mejor cada día. Gracias por tanto…
Buen tema…