Viendo un reality de televisión en el que las personas buscan parejas. Escuché a uno de los participantes decir: «yo quiero una personas que…», «me gustaría una pareja que…» y así, sucesivamente, el efímero protagonista hacía una serie de peticiones que se asemejaban más a una carta de Reyes Magos o santa Claus que a una verdadera relación sentimental.
Seguramente, esta forma de pensar en las relaciones es la que, en algunas ocasiones, hace que las parejas se rompan, porque pretendemos que la otra persona cumpla con nuestras necesidades y no somos capaces de aceptarla tal cual es. De este modo, nos enamoramos de una persona normal, pero con el paso del tiempo, cuando no se cumplen nuestras espectativas, en lugar de aceptar el cambio, maduración, diferencia de carácter en la persona, lo que hacemos es romper con ella, porque ya no cumple con aquello que esperamos.
Los seres humanos estamos en continuo proceso de cambio. Por eso, es probable que nos enamoremos de una persona bella, atractiva, fisicamente agradable… que, con los años, cambia, se desarrolla,  difiere de la persona que conocimos. Ante esta situación la respuesta es obvia: ¿continúo con esa persona o rompo porque no cumple con aquello que esperaba? Por esta circunstancia tengo la impresión que no hay medias naranjas ni compatibilidad al 100%. Porque cambiamos, evolucionamos. No somos siempre iguales y, precisamente, el amor verdadero es acompañarse uno al otro en ese cambio. ¿se imaginan romper con una pareja porque él/ella a sus 80 años no quiere salir de marcha? Así es el amor verdadero, acompañando en la maduración, en el proceso, en el camino, en la vida… y no con una actitud egoísta en la que deseo eternamente un modelo/a de película y, cuando veo que no es así, decido romper. El amor es acompañar a la otra persona y no esperar sentado a que sea como cada uno desea.