Ayer, viendo un reportaje de fútbol, veía como un jugador para evitar el gol del equipo contrario en lugar de tratar de ir a por el balón, derribaba a su oponente, para que no llegara él. Aquella actuación, por desgracia, me pareció tremendamente humana, ya que algunos para conseguir sus metas, en lugar de ir a por ellas, su actitud es derribar al contrario. De ese modo no se consiguen las cosas por los propios méritos, por el esfuerzo y por nuestras cualidades, sino porque nos hemos encargado de limpiar todo el camino, sembrándolo de enemigos.
Soy partidario siempre de conseguir nuestras metas a base de esfuerzo y trabajo personal. Ya lo dice el refrán “valoramos más aquello que conseguimos con nuestro trabajo” Sin embargo, nuestra sociedad nos invita a ser un poco pillos. Como el jugador, si podemos conseguir lo que queremos a costa de otros, ¿por qué no? Si es más sencillo evitar el gol derribando a otro, perfecto. Si para alcanzar la meta es preciso poner alguna zancadilla ¿cuál es el problema?
De esta forma, la dedicación y el trabajo apenas es valorado, generando la tendencia a tomar el atajo más próximo sin tener en cuenta los pros y los contras. Constituimos así una personalidad débil y, ante cualquier dificultad, nos rendimos. Incluso, a veces caprichosa, donde ante el fracaso somos incapaces de aprender y nos sumimos en una pataleta.
Para ganar, para conseguir los objetivos, el camino debería ser nuestro esfuerzo personal, poniendo pasión en aquello que perseguimos, así, tal como propone Mahatma Gandhi “Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa”