Cada día efectuamos cientos de gestos de fe y también lo contrario, de desconfianza. Dependiendo del camino que tomemos los resultados cambian. Generalmente creemos que quien nos atiende en cualquier establecimiento está preparado para esa labor, que el profesor, el médico, el policía saben perfectamente cuál es su trabajo.
Sin embargo, algunas personas son desconfiadas por naturaleza y, de forma continúa son escépticos ante lo que les rodea, mostrando una actitud negativa y, a veces, hostil. Evidentemente es un camino que nos aleja de la felicidad.
Prefiero confiar y lamentar que dudar y lamentar, dice una popular cita. La confianza es algo innato, confiamos en los demás. Primero en nuestra familia, luego en los amigos y así vamos viviendo entre círculos de confianza. Vivir desconfiando no es vivir, porque estaremos en continua alerta, pensando que cualquier cosa nos va a suceder, que en cualquier momento nos van a engañar. Hay que dejarse llevar, fluir un poco y confiar, confiar y confiar, que de los errores se aprende. Es cierto que hay muchas malas personas que abusan de esa confianza y nos engañan y nos timan, lo que supone que deberíamos es estar alerta, pero no perder nunca la confianza