Aunque estamos en época en la que para muchos predomina el descanso, da la impresión que andamos demasiado preocupados. A algunos les preocupa lo que se encontrarán a la vuelta del trabajo, a otros que pasará con aquel proyecto que quieren emprender pero que no termina de cuajar. También hay a quien parece que la vida no le sonríe, sino que le llena de preocupaciones. Para colmo de males, las noticias, casi siempre negativas, nos dan motivos para agobiarnos por este maltrecho mundo.
Parece que vivimos en un mar de dificultades que impiden ver las cosas que son realmente importantes. La vida en sí misma es algo absolutamente maravilloso y que, en ocasiones, pasa inadvertida precisamente por estar angustiados. El hecho de levantarse cada mañana debe ser un motivo de inmensa alegría como para andar desperdiciando los minutos de nuestra existencia preocupándonos por lo que ha de venir.
Además, nos hemos acostumbrado a compartir nuestra vida cotidiana con lo negativo, con la tristeza y la depresión que parece que la alegría debe ser algo prohibido. No es posible estar alegre, no debe ser bueno vivir felizmente en este mundo terrible donde lo normal es estar preocupados.
Son tantas las cosas que deben inquietarnos que no debiéramos tener tiempo para ser felices. Debemos preocuparnos por el trabajo, por nuestra salud, por nuestras vacaciones, por tener unas condiciones de vida “ideales”, por dar una buena educación, por aparentar ser felices y, por si fuera poco, en esta época del año, además, debemos preocuparnos de estar morenos y delgados. La cuestión es, ante todas estas preocupaciones, ¿dónde está la vida? ¿dónde queda esa persona maravillosa que es cada uno?
Por tanto dejemos de preocuparnos, hagámonos un poco “Hippies”, vivamos la maravillosa vida que tenemos, que el mañana ya vendrá y nos traerá muchas cosas nuevas como para estar agobiados. Ocupémonos más y preocupémonos menos.