En la última entrada en este blog dejé dos cuestiones abiertas. No me gusta extenderme demasiado y, me parecía que, la cuestión de ser fiel, cada uno a sus principios, sin dejarse influir ni molestar al otro, merecía una mayor reflexión. En el texto anterior expresaba una de las quejas que las personas hacían en su lecho de muerte a una enfermera que les ayudaba. “Me hubiera gustado ser más fiel a mi mismo/a” fue uno de los reproches que se hacían los enfermos terminales. Dice la profesional, que el más frecuente. Sin embargo, hay una tensión clara entre ser fiel a no mismo, a sus principios y lo que nos dictan las personas y normas con las que vivimos. ¿Hasta que punto debemos “ser egoístas”, como algunos afirman, y olvidarse de lo que opinan los demás? ¿Cómo puedo ser fiel a mi mismo y a los demás?
No es fácil la respuesta, aunque para mí la clave es “EQUILIBRIO”. Es decir, ni hay que ser totalmente egoístas y hacer todo lo que a cada cual le plazca sin tener en cuanta a los demás, ni tampoco hay que hacer siempre lo que los demás esperan de nosotros. Pongamos el caso de una pareja. Frecuentemente a el le gusta el fútbol y a ella no. Sin embargo, se pueden llegar a acuerdos. Mientras tu ves el fútbol yo veo mi serie favorita”, si vamos a un partido, luego iremos a bailar. No se trata, de contar cuantas veces hacemos una cosa y otra, sino de llegar a acuerdos. Lo mismo sucede con un grupo de amigos, pandilla, etc. Si hacemos siempre lo que los demás quieren, bueno sería plantearse la pertenencia a ese colectivo.
Ser fiel a uno mismo no supone ser un “discutidor” y estar en contra de todo. Ser fiel a uno mismo es tener una serie de valores que son fundamentales e invulnerables. Valores que, cuando no se reconocen y se tienen en cuenta, mejor será ir pensando en alejarnos de esas personas que no nos respetan. Ser fiel a uno mismo significa desarrollar aquellas metas que nos hemos trazado y no tomar otros caminos porque la mayoría así lo hace. Ser fiel a uno mismo es entregarse a alguna causa que consideramos justa e importante, sin que “el qué dirán” merme nuestra capacidad e iniciativa. Ser fiel a uno mismo es no dejarse convencer por el primer charlatán que, con su verborrea infundada, nos hace creer que estamos equivocados.
Ser fiel a uno mismo no significa necesariamente olvidarnos de los demás, sino creer que aquello que compartimos y hacemos con el otro es importante para nuestra vida. Es evidente que vivimos en sociedad y que nos necesitamos unos a otros. Por eso ser fiel a uno mismo y a los demás supone ayudar, convivir, desarrollarse en armonía con el mundo que nos rodea.