Hace unas semanas leí un breve artículo muy interesante escrito por una enfermera de cuidados paliativos, donde recogía los lamentos de las personas en su lecho de muerte. Una de las cosas que se quejaban las personas es el no permitirse ser feliz. La pregunta, entonces, es obvia ¿Qué te lo impidió? La respuesta también es de cajón: “Tu mismo/a”. Pero ¿Cómo es posible?, si yo toda la vida me la he pasada o persiguiendo la felicidad… No puede ser.
No sólo es posible, sino que es lo que le ocurre a muchas personas. Además, soy testigo de ello en mi trabajo docente. Al instituto llegan niños. Chicos y chicas, felices, inocentes, simpáticos, transparentes… pero con el paso de los años van cambiando. Salen mayores, llenos de prejuicios, del qué dirán, de comportamiento “socialmente correcto”. No por culpa de la institución educativa, sino de la sociedad en la que estamos.
Así, poco a poco y, sin darse cuenta la vida cambia. Ellos y nosotros nos sumergimos en una burbuja en la que no nos permitimos ser felices. Debemos ser lo que los demás esperan de nosotros y así, desaparece nuestra felicidad, aplastada por unos modelos o estereotipos de los que debemos participar.
No se trata de convertirnos en unos anarquistas y hacer siempre lo que nos dé la gana. Existen normas de convivencia que debemos respetar. Pero sí que debemos ser conscientes que dejamos de permitirnos a nosotros mismos ser felices, cuando nos comportamos como los demás esperan. Nos olvidamos de nuestra felicidad, cuando nos preocuparnos excesivamente por los desafíos que nos propone la vida. Empezamos a olvidarnos de la felicidad, cuando en lugar de aceptar esos desafíos como aprendizaje, nos convertimos en víctimas. Dejamos de ser felices, cuando esperamos que algo externo a nosotros nos proporcione la felicidad.
Ser feliz no supone llevar una sonrisa de emoticón pegada al rostro. Ser feliz es una actitud en la vida. Permítase ser feliz, simplemente actuando como el corazón le propone.
La felicidad es algo que llega y se consigue a base de encontrar un equilibrio en uno mismo al cumplir nuestros objetivos de vida y al encontrar momentos para dedicarnos en cuerpo y alma a relajarnos del estrés y rutina diaria que tanto nos agobia y que en ocasiones nos perjudica. Gracias por la información.
Gracias por tu aportación. Un saludo.