Cuando era pequeño no habían alertas

Bueno si… alguna alerta había… alerta el 1, alerta el 2, alerta el 3… de los juegos que hacíamos. Pero alertas como las de ahora, por mal tiempo, no. Ahora vivimos en una sociedad más sofisticada. Nos avisan cuando va a hacer mal tiempo, cuando hace sol, cuando llueve. Antes, simplemente mirábamos al Teide. ¡Está de sur! decía un mayor o ¡ya viene lluvia! Y no fallaban. 

tormenta jesus marrero Antes, cuando hacía mal tiempo nos enfadábamos porque no podíamos jugar en la calle. Las horas transcurrían aburridas, tristes, pesadas. Ahora, nuestros jóvenes están contentos porque hay mal tiempo para poder permanecer dentro de casa conectados a cualquier pantalla.

Cuando era pequeño no habían alertas porque tampoco habían cinturones de seguridad en los coches, los obreros trabajaban sin casco, sin chaleco amarillo y la gente decía ¡vienen tiempos malos! para saber que había que estar en alerta.

No habían alertas. Mucho menos alertas de colores, porque tampoco teníamos semáforos para saber que el rojo era el peligro y el verde era lo normal. La gente se alertaba cuando oía el zumbido del viento o el ruido del barranco llevando mucha agua. No nos extrañábamos sin se fallaba el suministro eléctrico, porque era bastante normal que hubiera cortes de luz. Tampoco había un teléfono de emergencias al que llamar, porque según empezaba el mal tiempo el teléfono tampoco funcionaba.

Cuando venía una alerta como la de hoy, aunque no sabíamos que era alerta, nos quedábamos en casa alumbrados por una vela y contando chistes o historias. No faltábamos a clase aunque lloviera mucho. Lo normal era que lloviera. Llegábamos a clase empapados calzados en botas de agua y muertos de frío. Para desgracia no había recreo y otra vez nos quedábamos encerrados en clase.

Cuando era pequeño no habían alertas. El viento era igual, las lluvias más abundantes, la vida más tranquila. Chapoteábamos en los charcos y nos resfriábamos igual que hoy. Ahora toca estar en alerta. Vivamos en alerta siempre, en espera, pendiente de todo aquello que nos rodea.

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