El título del post coincide con una canción de Presuntos Implicados que recuerdo mucho porque estoy convencido de que nos falta humor. Ayer, sin ir más lejos, de regreso a casa, un vehículo tocaba insistentemente la bocina. Al cruzarnos, comprobamos que se trataba de unos recién casados que mostraban así su alegría. Lo llamativo era que los que por allí paseaban miraban como si fueran unos locos fugados del manicomio. Al llegar junto al coche grité ¡vivan los novios! y los ocupantes del vehículo respondieron con más ruido, sonrisas y saludos.
También, durante esta semana en los centros educativos, se organizan los horarios, se reparten grupos, horas, actividades… que son momentos de tensión. A algunas personas les hice alguna broma y la respuesta fue igual que en el caso anterior. Seguramente pensarán que estoy como una cabra.
No voy a hacer un listado de los beneficios del humor para las personas, porque creo que ya lo sabemos. Nos hace ver las cosas de otra forma diferente, genera positividad, es contagioso… El problema es que nos hacemos “mayores” demasiado pronto olvidando la alegría y la inocencia del niño. La vergüenza, el qué dirán, hacer lo políticamente correcto, nos va haciendo cada vez más aburridos, tristes, desconfiados, generando actitudes negativas.
La clave para dejar de hacer esas cosas que de manera inconsciente hemos ido abandonando y que nos ha ido convirtiendo en personas algo más aburridas y tristes es preguntarnos ¿Por qué no? ¿Qué te lo impide? Si la respuesta es “por el qué dirán” “porque soy muy mayor” “porque me da vergüenza”, entonces nos estaremos equivocando e incrementando nuestra infelicidad.
Así, por tanto, lo mejor es hacer aquello que nuestro corazón nos dice. Nos apetece reírnos, pues lo hacemos, queremos bailar, pues bailemos, queremos hacer una broma, pues adelante. En caso contrario actuaremos por apariencia, con hipocresía y no hallaremos la felicidad.