No me quedó más remedio que explotar de risa cuando escuché esta afirmación, indudablemente cierta, pero graciosa. Fue en el transcurso de una conversación banal, hablando de las decisiones que a veces toma tal o cual persona. Soy partidario de respetar las decisiones de cada cual, por lo que mi interlocutora, hizo la afirmación que da título a este texto.
El problema de las relaciones personales viene, fundamentalmente cuando, utilizado el argot político, no están claras las competencias entre cada administración. No respetamos las decisiones del mundo (la casa o familia) o del ayuntamiento (personal). En ocasiones alzamos la bandera de “yo tengo mis razonas” y pretendemos que todo el mundo esté de acuerdo con mi pensamiento, con lo que pretendo.
Sería bueno y positivo, por tanto, aprender a respetar las competencias de cada uno. No importa la edad. Cada cual, desde el niño, por capricho, hasta el adulto, con cierta intencionalidad, tiene una razón para actuar de esa forma. Lo terrible es que, cuando esa actuación no se alinea con nuestra forma de pensar y creemos que están equivocados.
Seamos, por tanto respetuosos con las distintas administraciones, persona, pareja, familia, grupo… tratemos de comprender los motivos por los que otros actúan de esa manera. Y, aunque no los compartamos, el simple ejercicio de ponernos en su lugar es importante para evitar tantos sufrimientos y ser un poco más feliz