Introducción
Publico un diario de viaje a Lanzarote durante este verano. Pretende, bajo la mirada de un niño curioso, Eliasú, presentar la isla y lo más llamativo que descubrió en aquel lugar donde nunca había estado. En el diario se hace un recorrido turístico por la isla en el que los personajes e historias de la isla se hacen realidad en la imaginación de ese niño que todos llevamos dentro.
Julio de 2013
DIA 1. EL VIJAE EN AVIÓN
Se levantó temprano por la mañana y miró a la montaña. Hoy no era un día igual que los demás. Se iba de viaje y quería comprobar el estado del tiempo antes de emprender la aventura hacia una isla en la que no había estado. La montaña estaba nublada, eso no gustó nada al muchacho, pero emprendió confiado la marcha.
Ya en el aeropuerto sentía cosquillas en el estómago. Era una sensación nueva, diferente, provocada por el nerviosismo de subir en un avión. La espera se hizo larga. Las nubes que había visto por la mañana no dejaban despegar al avión, por eso sufrió un retaso de unos quince minutos que soportó pensando como sería el avión por dentro. Se imaginaba cómodos sillones viendo pasar las nubes por la ventanilla.
Cuando pasaban diez minutos de la hora prevista par el despegue la fila empezó a moverse. Eliasú miraba inquieto hacia la pista tratando de averiguar cual sería su avión. Había aeronaves de todos los colores rojas, azules, verdes… Cuando atravesó el último de los controles comprobó que su avión era de color verde y blanco. No era tan grande como imaginaba. Precia una guagua pero con mucha más gente.
Llevaba poco rato sentado en el cómodo sillón cuando escucho la voz de la azafata que le indicaba el destino del viaje. Luego el comandante del avión también utilizó la megafonía para explicar las razones del retaso. Tal como Eliasú imaginaba era debido a la intensa niebla que se posaba impertinente sobre el aeropuerto.
El avión se puso en marcha. Primero de forma lenta, pero luego empezó su aceleración, cosa que inquietó al muchacho, agarrándose fuertemente a los reposabrazos. Era una sensación nueva, diferente, ya que nunca había viajado en avión. Rápidamente atravesaron la niebla y pudo contemplar la majestuosidad de la montaña más alta de su isla natal, el Teide, que abomba sobre las nubes que parecían algodón debajo del avión. Era un paisaje increíble, que no había visto con anterioridad. El chico sintió ganas de saltar del avión sobre las nubes porque daba la sensación de estar viendo un mar blandito de algodón debajo de la aeronave.
Durante unos instantes se imaginó saltando sobre el mar de nubes como sí fuera una cama elástica hasta que la voz de la azafata interrumpió su embelesamiento preguntado si quería un poco de agua. Apenas había tomado el primer sorbo cuando otra joven le ofrecía un donuts, a lo que Eliasú no se resistió. Aquel dulce le pareció delicioso y presagiando el comienzo de una gran aventura.
El aterrizaje inquietó nuevamente al chico y al resto del pasaje. El ruido del tren de aterrizaje primero y el frenazo sobre la pista después, eran también sensaciones novedosas que invitaban a pensar en la pericia que habían de tener los pilotos para conducir esos grandes aparatos.
El resto del día transcurrió sin muchos incidentes. En la puerta del aeropuerto le esperaba un lujoso coche de color negro que le acompañaría durante su viaje en la isla. Tenía aire acondicionado, elevalunas eléctrico, música… Más de lo que aquel chico esperaba. El hotel le resultó increíble, contaba con dos grandes piscinas, podría comer todo lo que quisiera y bañarse todo el día. Así que eso fue lo que hicieron el resto de la primera jornada comer y bañarse en la piscina. El día se coronó con un paseo por la avenida y una película.