El otro día estaba en un encuentro de amigos. Como sucede en algunas ocasiones, siempre hay quien llega tarde. No hay nada que objetar, puesto que no sé como me las arreglo, pero soy de los que siempre llega tarde. La mesa estaba llena y los que no fueron puntuales se ubicaron en otra adyacente, pese a que la mayoría se levantó para hacer sitio. Aquella situación que resultó ser algo violenta, concluyó con la insistencia de los camareros que se empeñaron y consiguieron unirnos a todos.
Sin embargo, mientras todo esto ocurría, pasaba por mi cabeza la pregunta que da título a estas letras ¿Te autoexcluyes? Me da la impresión que, en ocasiones, generamos situaciones comprometidas, porque no somos capaces de renunciar a nuestras posiciones. Nos enrocamos en una primera posición y luego, por no pedir perdón, por no ser capaces de admitir que nos equivocamos, nos mantenemos en una posición que nos enfrenta a otros.
En otras ocasiones por nuestros prejuicios, por nuestras creencias, al llegar a un encuentro en el que no conocemos a todo el mundo, nos autoexcluimos como forma de protección ante el miedo a “no caer bien”, “a meter la pata”. Otras veces, en cambio, ponemos una máscara y tratamos de mostrar nuestra mejor cara para adaptarnos al momento, generando, seguramente, mucha más incomodidad ¿Por qué? Pues sencillamente porque transmitimos no sólo con palabras, sino que nuestros gestos, mirada, rostro dicen mucho de nosotros y cualquier incoherencia, hace sonar todas las alarmas.
Entonces ¿Qué hacer? Me da la impresión que lo ideal se mostrarnos tal cual somos. Naturales. Porque tanto el miedo, que nos paraliza, como el fingir, para tratar de caer bien, nos delata. Sin embargo, el comportamos de forma natural, no tiene ninguna contraindicación. Por tanto, es lógico que al llegar a una reunión con desconocidos estemos ansiosos. Lo normal será dejar que vaya transcurriendo el tiempo y nos vayamos adaptando de manera que todo se normalice. En este tipo de situaciones me gusta pensar en los niños. Hay quienes cuando ven un niño lo persiguen hasta robarle un beso o un saludo. Sin embargo, he comprobado que se puede logar una mejor relación con ellos, si simplemente dejamos que pase el tiempo y no invadimos su espacio vital. Al rato, sin darnos cuenta estaremos jugando con ellos.
No es lógico, con todo autoexcluirse, sino comportarse de forma natural. Al llegar no había sitio. Lo normal será pues, pedir que te hagan un hueco y no atrincherarse en un rincón a maldecir esa situación. Además, incluirte es mucho más positivo y saludable, que estar con la actitud contraria y negativa que supone la exclusión.