Hace unos meses, en un curso, el ponente insistía en una idea que creo que he incorporado a mi mochila de escaso conocimiento. La frase que, a modo de mantra repetía una y otra vez, era: “No soy… voy siendo”. Las personas no son invariables, sino que vamos aprendiendo según va pasando el tiempo. Las vicisitudes de la vida nos van enseñando las diferentes opciones que tenemos y vamos eligiendo la que consideramos convenientes.
Por eso, es un juicio apresurado e injusto el proclamar que aquella persona es de una determinada forma. “Yo la conozco y a su familia y siempre han sido…”, son algunas de las atribuciones que hacemos a los conocidos, quitándole el privilegio de cambiar, mejorar, progresar. Hemos de considerar, tal como afirmaba el ponente somos personas en continuo progreso y que, probablemente, del tropezón de ayer aprendemos algo y progresamos.
Las personas cambian. A veces para mejor y otras para peor, siempre según nuestros juicios y creencias. No podemos decir que alguien es siempre igual, siempre piensa igual, porque estamos en continuo movimiento y crecimiento. Generalmente cambiamos, nos adaptamos a los tiempos, a las épocas. Alguien que siga pensado igual que hace treinta años, lógicamente está completamente desfasado con la sociedad actual. Sin embargo, los juicios apresurados, la capacidad de juzgar, presente en todas las personas, hace que encasillemos a los conocidos en una determinada situación quitándole su derecho de progreso.
Yo quisiera y, así me lo pido, el derecho de cambiar, de rectificar y de crecer, de aprender de los errores y de mejorar cada día. No me gustaría, como sucede en muchas ocasiones, que me juzgan sin ni siquiera conocerme o por algo que hice hace diez años. Me pido el privilegio de crecer cada día aprendiendo de los tropezones que me encuentro. Porque, como decía aquel ponente, no soy… voy siendo en el devenir de la vida.