Uno de los relatos cortos que leí hace tiempo y no he olvidado es el de “Los perros y la casa”. No lo recuerdo exactamente, pero decía algo así como que un perrito, cierto día paseando se adentró en una casa abandonada. Subió las escaleras, entro en una habitación y allí encontró otro montón de perritos. Les sonrió y le devolvieron la sonrisa, movió su cola y ellos hicieron lo mismo. Evidentemente, había entrado en una sala de espejos. Tiempo después otro perro hizo lo mismo, pero al entrar en la sala, lo hizo con mucha desconfianza y puso mala cara, gruñó y los otros mil perros hicieron lo mismo. Ladró ferozmente y así mismo le ladraron los otros mil perros.
Dos animales ante una misma situación reciben una respuesta distinta. Uno salió encantado y feliz, pensando en volver otro día a aquella casa y el otro, en cambio, corrió despavorido y prometió no volver a entrar jamás en ese lugar. ¿Qué diferencia hay? El sitio es el mismo, los espejos idénticos… A simple vista resulta incomprensible las respuestas de los animales. Sin embargo, esa situación se da con frecuencia entre las personas
Nos levantamos de mal humor, vamos a toda prisa, no saludamos a los vecinos, maldecimos el tráfico, no encontramos aparcamiento, miramos a todo el mundo enfadado y con desconfianza. Y luego nos preguntamos ¿por qué todo me pasa a mi?, ¿Por qué me contestan mal?, ¿Por qué me miran con mala cara? La respuesta es sencilla. Eres TU REFLEJO. Aquello que proyectas en los demás, se te devuelve. A veces, incluso, amplificado como una casa de espejos.
– ¡¡Pero es que quiero estar de buen humor y no puedo!! Siempre hay algo que me estropea el día.
– Rotundamente NO. Los días y las circunstancias serán mejores o peores pero cada cual es dueño de sus actos y de cómo te lo tomas. Puedes elegir estar todo el día gruñendo o puedes elegir estar de buen humor. Esa es una elección que cada cual hace todos los días.
Lo que desde luego no puedes pretender que ante la desconfianza, el enfado, los gruñidos, los insultos, las personas te devuelvan sonrisas. Como mucho, alguien devolverá indiferencia. Pero lo lógico y normal es que cada cual recoja lo que siembra.
Por eso, cada mañana al levantarnos y mirarnos al espejo deberíamos mirarlo con detenimiento y procurar ensayar con el cristal nuestra mejor sonrisa. De ese modo podremos saber qué es lo que nos van a devolver cuando salgamos a la calle.