Nuestra Vida, sucesivos actos de confianza

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En un entorno donde cada día está menos de moda las creencias y la fe, las personas estamos llamadas a creer en muchísimas cosas. Habrá quien diga que no cree absolutamente en nada. Sin embargo, nuestra existencia es una sucesión de creencias, sin las cuales no podríamos vivir.

Somos personas que confiamos y creemos en los demás por naturaleza. No se puede concebir un mundo lleno de desconfianza. Debo creer y confiar en que el médico que me trata tenga la cualificación suficiente, que el policía que dirige el tráfico sabe lo que hace, que el comercio donde compro tiene todo en regla… ¿Se le ha ocurrido a usted alguna vez pedir al médico de familia que le atiende sus credenciales? ¿Ha pedido la titulación al maestro que educa a sus hijos? ¿verifica y autentifica los registros sanitarios de los alimentos que ingiere? Seguramente habrá respondido no en los tres casos. Es lo normal, confiamos en que alguien lo haya hecho por nosotros.

Vivimos en un mundo lleno de confianza. No obstante, algún pesimista podrá decir, «Yo no creo en esta humanidad que tanto daño a hecho…» Afirmación que es rotundamente errónea, porque todo aquello que tenemos almacenado en nuestra cabeza, son creencias. Unas ciertas, otras no, algunas mejores que otras, pero creencias al fin y al cabo. Yo creo que dos más dos son cuatro, pero ¿si viniera alguien de otro planeta con otro sistema matemático y desmontara esa creencia? Habría que corregirla y almacenar la nueva.

Sin creer y confiar, casi no podríamos existir. Tendríamos que vivir como en medio de una selva, muy pendiente de todo, analizando cada cosa, con los ojos muy abiertos, por si acaso… Confiamos y creemos en otros, porque además de bueno es necesario. Si no creyéramos viviríamos en una angustia permanente, en un sobresalto tras otro, sin estar relajados ni un sólo instante. Sin embargo, la confianza no es inalterable. Hay quien traiciona esa confianza. «Yo creía que eras una buena persona, pero me has demostrado que no es así y por tanto no confío en ti». Se puede perder la confianza en alguna persona por determinadas razones, pero no se pierde definitivamente. Cuando nos enamoramos, por ejemplo, confiamos, creemos ciegamente en la otra persona. Si con el paso del tiempo, me hace desconfiar y compruebo que no debo seguir creyendo en ella, seguramente dejaré de estar enamorado. Pero eso no significa que no pueda encontrar otro nuevo amor en el que creer.

Con todo, las creencias y la confianza son algo propio de las personas. Necesitamos creer y confiar en los demás. El bebé y el niño confía ciegamente en sus padres. Desde pequeños creemos y confiamos en otros. Evidentemente es bueno ser así, porque lo contrario sería vivir en una angustia permanente, pensando que en cualquier momento nos van a traicionar. ¡Confía en las personas!, y de un modo especial ¡CONFIA EN TI!

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