¿Por qué nos caen tan mal los ricos?

Los que tienen mucho dinero no suelen tener muy buena fama. Algunos los critican, otros les envidian, hay quienes los odian… pero en general, pese a que algunos quisieran para sí una vida rodeada de riquezas, ser rico no tiene buena reputación. Sin embargo, generan un sentimiento ambivalente. Los ricos no gustan pero muchos no despreciarían vivir entre el boato y la fastuosidad.

Es probable que una de las razones por las que los millonarios no nos caen en gracia es porque viven muy alejados de la mayor parte de los mortales. Es un club reservado para apenas unos elegidos, de los que algunos conocen sus casas por el exterior, han visto sus coches de lujo, saben de personas que trabajan para ellos. Pero no cabe duda que es otro mundo muy diferente al nuestro. Aunque conozcas a algún millonario, no se relaciona habitualmente con nosotros, se juntan con personas de su misma especie, que comparten sus aficiones y gustos por el derroche y la opulencia. Evidentemente, al referirme a ricos no me refiero a quien tiene su casa con sus utilitarios y viven bien, van de vacaciones y se permiten ciertos lujos. No. Al hablar de personas ricas, me refiero a aquellos que su menú diario supera un mes de salario mínimo interprofesional o, simplemente el costo de la ropa con la que visten habitualmente, excede los ingresos mensuales de cualquier familia media. ¿Por qué nos suele caer mal esas personas?

Jesús mismo decía “es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que ver a un rico en el cielo” ¿Por qué? Cuáles son las razones que nos llevan a pensar a casi todos que los ricos no son buenas personas?, ¿Por qué nos caen mal los ricos? ¿Es simplemente por envidia o hay algo más?

En primer lugar me da la impresión que pocos ricos han hecho fortuna de manera honesta y limpia. Seguramente, si conoce a alguna persona que ha ganado mucho dinero, más de uno de sus trabajadores dirán que trabajaban como esclavos para él, que no se respetaba sus derechos. Es probable que ninguna persona rica pueda, hoy por hoy acreditar que su fortuna se ha construido de forma limpia. Es decir, que en ninguna de sus empresas se haya vulnerado los derechos de trabajadores, no se haya hecho trampa en algún momento de su trayectoria empresarial, ni se haya engañado con el fin de conseguir pingües beneficios.

En segundo lugar la ostentación de algunos ricos, es algo que enerva a sus vecinos. Reconocer a aquellos que tienen mucho dinero porque van pavoneándose ante los demás, seguramente hierve la sangre a más de uno. No todos lo hacen, evidentemente, pero algunos sí que quieren lucir sus pertenencias, porque ¿de qué me sirve tener un ferrari encerrado en un garaje? ¿Para qué quiero un Yate? Lógicamente, lo paseo y lo luzco ante las personas que me rodean de forma que pueda mostrar mi condición superioridad, acreditándome de otro rango al que muchos no pueden aspirar. Evocando un instinto, de los más básicos de la persona, como superior de la manada. Obviamente, al resto del grupo esa actitud no cae nada bien.

En tercer lugar y como último, aunque no definitivo, porque no deseo prolongar excesivamente esta reflexión, la falta de solidaridad. Los que más tienen no son nada solidarios. Alguien dirá “Me dijeron que el rico de mi pueblo da dinero para…” Eso no es dinero, es calderilla, lo que no quieren. No son solidarios porque no comparten su riqueza. Si a usted en uno de esos sorteos de la ONCE, le tocan unos cuantos millones, seguro que algunos reparte. Es probable que esa nueva fortuna, la invierta, la comparta… Sin embargo, ellos no tienen esa idea solidaridad. Algunos tienen mucho más dinero del que se pueden gastar viviendo cien veces, pero no son capaces de compartirlo con los que no tienen nada. Es obvio que en el planeta hay suficiente para todos, pero está en manos de unos pocos. Por tanto no existe la verdadera solidaridad, por mucho que los ricos demuestren que aportan en obras de caridad, son minucias. Una verdadera solidaridad no permitiría que una persona de mi misma raza pase hambre en el mundo. No entiendo y, me da que nunca comprenderé, como alguna persona rica pueda descorchar una botella de vino valorada en cientos de euros viendo en el telediario como algunos rebuscan en la basura para comer.

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