Siempre me ha preocupado hacerme mayor. No es que me considere un niño, ni tampoco tengo nostalgia por regresar a la infancia. Lo que ocurre es que cuando nos hacemos mayores, en cierto modo, amordazamos a ese niño que llevamos dentro, actuamos para contentar a los otros, hacemos lo políticamente correcto, fingimos, mentimos… con lo que, ese chiquillo que todos llevamos dentro, se va marchitando, cerrándonos al humor, a la intuición, la alegría, la inocencia, dando paso a “mayores aburridos”.
Casi todos alabamos a los niños, porque son felices, porque son ingenuos, porque se maravillan ante cualquier cosa. Están permanentemente descubriendo cosas, aprendiendo. Los mayores aburridos, en cambio, “ya se lo saben todo”, “dan consejos”, “ya no juego, porque estoy mayor para eso”. Por eso me parece importante que no dejemos morir nunca a ese niño que llevamos dentro. He observado algunas cosas que nos hacen ser mayores aburridos y que deberíamos evitar. Propongo que nos ejercitemos en unas prácticas para no estrangular a ese niño que todos llevamos dentro.
Deberíamos sonreír. Los niños generalmente son muy felices y, la mayoría, sonríen con gran facilidad. Por eso nosotros, deberíamos recordar que también sonreímos y fuimos muy felices. La sonrisa también es cuestión de práctica. Ejercite la sonrisa unos minutos cada día, luego saldrá espontáneamente.
Olvidar las preocupaciones ¡Nosotros tenemos muchas problemas Ellos también. Les preocupa las cosas que hacen. Cuando juegan al fútbol, se vuelven locos por ganar, cuando están en la consola, ponen en ella toda su energía, al ver sus dibujos preferidos, no los molestes… La diferencia está en que ellos disfrutan en ese momento y no están preocupados por si mañana darán otros dibujos distintos, o se complicará el juego de la play, o si podrán ganar el partido con sus amigos. ¡Disfrutan del momento y ponen en ello su energía! Esa es la clave. Nosotros estamos hoy pensando, cómo vamos a pagar aquella deuda, cómo será el trabajo cuando regrese de vacaciones o cuanto me queda para tomar mi descanso. Hay que vivir el ahora.
Apartar los malos humores. ¿Se ha fijado cuanto le dura a un niño un enfado? Minutos, horas… A nosotros nos duran días, semanas e incluso media vida. Somos más proclives a plantar el mal humos en nuestra alma que a perdonar y divertirnos. Otra clave, para no hacernos mayores es perdonar y olvidar. Ellos no son tan rencorosos como nosotros. Si ayer un amigo le hizo una trastada, ¡al día siguiente ni se acuerdan! Y nosotros nos enfadamos toda la vida
Renovar la inocencia. Lo que no significa ser tontos. La inocencia de los niños supone el desterrar los prejuicios, ¡Ellos no los tienen! La inocencia representa estar dispuestos a aprender. Hay quien dice que los chicos son esponjas que lo captan todo. Pues así, también deberíamos ser nosotros, auténticas esponjas dispuestas a aprender y olvidar el ¡ya eso lo sé, no hace falta que me lo recuerdes! No importa si hacemos el mismo trayecto cada día, seguro que en cada jornada, nos ofrece cosas diferentes.
Ser un poco irresponsables A veces hay que saber olvidarse de todo y hacer lo que nos apetezca realmente. No de manera continua, claro está. Pero dedicarnos un poco de tiempo a aquello que de verdad nos gusta y que nos satisface. Dedicarnos a un hobby, a la lectura, a tumbarnos en el sillón, como también hacen ellos, puede que no se muy productivo, pero sí enriquecedor.
Con todo, no dejemos que ese niño que está en nosotros se apague para siempre y nos convirtamos en mayores aburridos. Para aprender, la mejor escuela es observarlos y aprender de ellos.
Buena reflexión. Aunque a mí no me ayuda mucho. No sé si es el síndrome de Peter Pan aplicado, pero yo me siento en esa etapa donde soy demasiado joven para ser mayor y demasiado mayor para ser joven. Y no sé para donde tirar…
Lo que sucede es que cuando nos hacemos mayores, nos olvidamos que también fuimos jóvenes y niños. Y vemos esas etapas como si fueran terroristas Yo lo que creo que no deberíamos «cargarnos» al niñ@ que llevamos dentro. Deberíamos conservar algo de la esencia infantil. La risa, la inocencia… Si no has perdido ni olvidado el ser niño fantástico. De eso se trata. Prueba conseguida ;-)) Hay que seguir siendo un poquito Peter Pan