Los fuegos ajenos nos queman poco

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Leía hace un momento una frase que había retuiteado un amigo en la que exponía, con razón, que mientras nuestras islas se queman, otros hablan de cosas triviales. Por eso, no cabe duda que «el dolor de los otros molesta poco» o nada. En general, aunque nos cueste admitirlo, somos bastante poco solidarios con las causas ajenas. O también, puede haber ocurrido, que nos acostumbramos a las noticias trágicas que terminan por tener poca repercusión en nuestra sensibilidad.

La prensa internacional recoge la situación de crisis en La Gomera con miles de personas desplazadas, una noticia inédita en las islas, que recuerde. Y parece que en el ámbito nacional apenas causa expectación, donde nos ocupan más otras cuestiones. En el día de hoy, se han registrado muchos conatos de incendios, que también han generado mucho movimiento en las redes sociales en Tenerife. Sin embargo no han calado, en la justa medida, en los informativos nacionales. Los noticiarios están mas ocupados con la crisis, la prima de riesgo, las protestas y los abucheos a algún político de turno que de la situación de centenares de canarios que están desplazados de sus hogares a causa de un incendio.

Me inclino más por pensar que nos hemos acostumbrado a los incendios. Llevamos tantos días de fuego, especialmente en La Gomera, que ya no le prestamos atención. Hoy, cuando nos hablan de fuego en Los Realejos, La Esperanza, La Orotava, Los Silos, El Tanque, Güímar… Y, por supuesto, La Gomera, parece como si ya estuviéramos inmunes ante tanto desastre ¿Cómo es posible? Seguramente, creo, será por una especie de mecanismo de autoprotección. Ese mismo mecanismo que conduce a algunas personas al derrotismo, a pensar que nada se puede hacer para cambiar las cosas. Por eso algunos observamos con impotencia como se incendian nuestros montes sin poder hacer nada.

El dolor ajeno molesta poco porque no nos toca, porque es una lotería negativa que les ha correspondido a otros, a quienes han perdido su casa, sus pertenencias, todo lo que tenían. El fuego de otros no nos afecta porque lo vemos a través de la televisión, como quien ve una película. ¡Ocurre lejos! En otra isla. ¡ya lo arreglaran! Para eso están los Bomberos.

El dolor ajeno molesta poco, porque quizá, desgraciadamente, nos estamos inmunizando ante tanta noticia negativa con la que nos bombardean cada día en los medios. Por eso no habría que perder nunca la capacidad de asombro, ni el espíritu que nos motiva para cambiar las cosas. Lo que sí deberíamos hacer es apagar la televisión con esos informativos tan tóxicos que, como un antibiótico mal administrado, van reduciendo nuestras defensas de la capacidad de reacción.

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