Envejeciendo

Nunca me he planteado ser eternamente joven. Tampoco añoro la edad que muchos desean tener siempre, los 15 años. Tampoco trato de evitar la edad que tengo. Sin embargo, hay personas que envejecen más rápido que otras, porque el envejecimiento  no es apariencia física, sino que el envejecimiento más grave es el mental. No tenemos porque cambiar esencialmente cuando pasan los años, debemos madurar, pero no posicionarnos en otro lugar completamente distinto al que ocupábamos cuando teníamos veinte años menos.

Cuando era adolescente y consciente de la diferencia generacional con mis padres, siempre me preguntaba ¿Cuál será la diferencia que tendré con mis hijos? Ahora, que ya ha pasado el tiempo, creo que reconozco algunas. La cultura del esfuerzo creo que es una de ellas. Nuestros chicos han crecido en una época en la que lo han tenido todo y más. Por eso, les basta con pedir algo y lo tienen. Recuerdo que hace años, si queríamos algo teníamos que trabajar para conseguirlo. No era fácil. El avance tecnológico también ha cambiado mucho nuestras vidas y la de nuestros hijos

Sin embargo, no me preocupa en exceso esa diferencia generacional, porque es lógico que existan. No podemos pretender que todas las generaciones sean iguales. Me preocupa más el envejecimiento por intolerancia. Es decir, cuando nos olvidamos completamente que también fuimos jóvenes y dictamos normas que a nosotros no nos gustan. Envejecemos cuando no somos capaces de ponernos en el lugar de los otros y proponemos normas injustas.

Envejecemos cuando algunos se empeñan en impedir que afloren nuestros sentimientos infantiles, como el de jugar, por el “qué dirán”, anulando una parte importante de la persona. Envejecemos cuando pensamos que no debemos hacer algo “porque ya somos mayores para eso”. Nunca se es lo suficientemente mayor para hacer cosas. Envejecemos cuando impedimos nuestro propio desarrollo, porque “a nuestra edad…” y así vamos acumulando deseos incumplidos por prejuicios tontos.

No deberíamos envejecer, al menos de pensamiento. Dejar atrás los prejuicios y hacer aquello que nos apetezca. Porque frenar nuestros impulsos, nos hace tremendamente infelices y muy mayores. No deberíamos envejecer, sino crecer, madurar. Nuestra vida es única y cuantas más limitaciones nos pongamos, más deudas vamos dejando pendiente para cumplir. Por eso no debiéramos envejecer, al menos mentalmente.

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