Anoche estaba viendo en la tele un documental sobre inventos que ponen en algunos nuevos canales. En el espacio televisivo se mostró como se investigó y se creó una especie de prótesis para que una persona a la que le faltaba una pierna pudiera hacer submarinismo. También apareció el caso de otro hombre al que le faltaba el brazo y se le injertó un brazo artificial para poder boxear.
Miraba con asombro el programa porque no comprendía que una persona a la que le faltaba una pierna quisiera bucear. Porque no se trataba simplemente de bucear, que podía hacerlo perfectamente con algún propulsor que sujetara con las manos. Tenía que bucear con un sistema de propulsión adaptado a la pierna que le faltaba para proporcionarle la misma sensación que a cualquier otro submarinista.
El documental me pareció real como la vida misma. No porque nos empeñemos en querer poseer aquello que no tenemos. Algo que parece natural a las personas, donde el apego, especialmente a aquello que no tenemos, es un gran caballo de batalla para la sociedad de hoy. Lo que particularmente llama la atención es que bajo aquellas imágenes se escondía la falta de aceptación de las posibilidades, lo que produce, lógicamente una gran frustración.
La aceptación, no significa resignación. La aceptación es saber gestionar aquellas cosas que nos suceden de forma que podamos adaptar nuestra realidad a las posibilidades que tenemos. Me parece, por tanto, absurdo, incluso ridículo que una persona que no tiene brazo, se empeñe en ser boxeador. Antes, obviamente, me preocuparía más de una prótesis para poder comer, conducir o realizar actividades de la vida cotidiana. Boxear lo dejaría en un plano secundario. Lo mismo sucede con el otro personaje al que le falta la pierna. Antes de preocuparme por buscar un propulsor para instalármelo en la pierna para nadar, me preocuparía de un sistema que posibilite caminar de la mejor manera posible.
Sin embargo, como decía al principio, el programa me parece un reflejo de la vida que desarrollamos y en la que nos han adoctrinado. ¿Cuántas casas, por ejemplo, no están terminadas, pero en su interior albergan una enorme pantalla de plasma? ¿No hay acaso personas, que tienen dificultad para llegar a fin de mes y que no reniegan de su viaje en verano?
Venimos de una sociedad del bienestar, como muchos la han acuñado. Pero, algunos amigos, especialistas en economía, me han comentado que este modelo de sociedad en el que hemos crecido es un fracaso y no lo volveremos a ver. Se trata de un modelo de vida en el que todo es posible. Si no tienes dinero, te lo prestamos, pero tienes que hacer tu sueño realidad, aunque para eso te “hipoteques” el resto de tu vida. Este es un modelo ineficaz y que sólo produce la felicidad momentánea. Seremos felices justo en el momento en el que conseguimos aquello que tanto quisimos, pero luego, como el niño en su cumpleaños, va dejando los juguetes y volviendo a su rutina normal.
La felicidad, por tanto, no la produce el querer tener cosas, el poseer mucho, sino que nos la proporciona todo aquello que no podemos comprar con dinero. Las relaciones entre personas, el estar bien con uno mismo, la familia, los amigos… Por eso, si la satisfacción y la felicidad nos la proporcionan cosas inmateriales ¿por qué seguimos empeñándonos en tener cosas y cosas y cosas…?