Cuando las nubes tapan el verano

A veces nos dejamos llevar por lo accesorio, lo necesario y cambiamos cuando las nubes tapan un espléndido día de verano. Nos olvidamos, con frecuencia, de las cosas realmente importantes y no valoramos todo lo bueno que tenemos a nuestro alrededor. Estar vivos, los niños, poder desplazarnos de un lado a otro con comodidad… Disfrutar de la visión, de escuchar, de sentir… Terminamos por acostumbrarnos a todo aquello que nos rodea, considerándolo normal y, cuando una nube nos estropea el día de verano, nos enfadamos, todo deja de tener sentido, perdemos el humor y nos quedamos sin deseo de vivir.

Deberíamos tener buenas herramientas para combatir la tristeza y la negatividad que en ocasiones nos producen las nubes de verano. Como por ejemplo el saber que las nubes de verano pasan. Que lo accesorio es prescindible y, al final, lo que cuenta es lo más profundo de nuestro ser. Esa profundidad no puede, ni debe estar afectada por una simple nube que tapa un día de sol. Las nubes pasan, pero nosotros permanecemos.

Ante las nubes de verano, lo mejor es sacar nuestra mejor sonrisa en forma de bañador despampanante. Ponernos algo de protector solar. En este caso, un protector que nos defienda de la negatividad y de las malas acciones con las que otros nos quieren dañar, de los SAPIN, como decía alguien, (Sujeto que Ama Poner Ideas Negativas). No podemos dejarnos afectar por una simple nube de verano, no podemos dejar de hacer nuestros planes, ni darnos el chapuzón, por esa nube negativa. Hemos de tomar además, la toalla de la valentía para sabernos enfrentar a los problemas que nos afectan, sin disimular, sin hacer daño, aceptando las cosas enteramente, sin miedo. Salir de nosotros sin miedos, con fuerza, con el espíritu lleno y con la cabeza bien alta, porque una nube de verano no puede estropear nuestra vida.

Lo que nos sucede depende de nuestra actitud, de cómo las enfrentemos, de cómo nos afecten. Y todo eso depende de nosotros, no de las nubes. No es fácil evitar que nos pongan de mal humor, que nos impidan sonreír durante un momento. Pero lo que tenemos que ser conscientes que nosotros gobernamos nuestra actitud ante las cosas. Nunca las nubes son las que manejan la situación. Las nubes no deben impedir que nos demos un tremendo chapuzón en el mar de la vida.

Puede ocurrir que cuando las nubes se ponen en nuestro sol durante demasiado tiempo, nos vamos acostumbrando a la oscuridad y al final, nos vamos quedando apagados. Nos vamos nublando sin saber diferenciar ninguna estación. Ni el verano, ni el invierno, ni la lluvia ni el viento, quedándonos siempre en una estación gris, la estación de las nubes, sin permitir que haya fluidez en nosotros, sin permitir el cambio. Aunque también es obvio, que no podemos vivir en una situación de permanente verano de alegría.

Reconozco que no es fácil quitarnos las nubes de encima. Sé que en ocasiones nos levantamos sin fuerza para soplar fuerte y alejar las nubes que tapan nuestra vida. Pero hay que entrenarse. Hay que desearlo de corazón, como un niño que espera su cumpleaños, con ilusión y alegría. Se necesita ir mucho a la playa, se necesita practicar con nuestra sonrisa—bañador, bien protegidos y con la toalla—valentía, con muchas ganas de librarnos de las nubes que tapan nuestro corazón.

Es necesario el entrenamiento, el nadar mar adentro en el océano de la vida, impidiendo que nos perturben con comentario dañinos, con malas caras por situaciones intrascendentes. Requiere mucha práctica y ser valientes, porque a veces el viento del norte sopla con fuerza y trae las nubes de la “panza de burro”. Hay que ser valientes, sabiendo incluso que si nos tapan un espléndido día de verano en el norte, siempre tenemos otras opciones como irnos a otra playa en el sur. ¡que las nubes no nublen tu verano!

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