Hoy estando en la playa, me vino a la memoria un consejo que me dieron unos amigos conocedores del mar, durante un verano, cuando era pequeño. Me dijeron, si alguna vez te vez arrastrado por una corriente en la playa, no desgastes tus energías nadando en contra. Déjate llevar un poco y cuando veas que se detiene la presión, entonces aprovecha y nada hacia la orilla. Fue un consejo muy sabio que en alguna ocasión utilicé con éxito al verme arrastrado por el mar.
Este recuerdo me vino a la mente porque hoy, estando en la playa, observé a una persona temerosa ante el oleaje. Continuamente daba gritos a los que le acompañaban. Cuidado que te revuelca, me va a tirar, mira que viene una ola grande, me va a dar un revolcón. Y, efectivamente, más pronto que tarde, en medio de una ola, ni más grande o pequeña que otras, le dio un revolcón y abandono corriendo el mar.
Me acordé de todo esto porque en la playa había muchas personas que se bañaban tranquilamente. Es verdad que el oleaje es importante en este lugar, pero con un poco de tranquilidad, dejándose llevar por las olas, zambulléndose de vez en cuando, muchos nos damos unos baños formidables. Y me pareció que aquella persona afrontaba su baño de mar, como muchos afrontan la vida, sin fluir, presionados por el pánico, por las preocupaciones; presintiendo lo peor, que efectivamente, mas tarde o temprano, se hace realidad.
Debiéramos aprender a fluir como las olas de mar. A veces gastamos muchas energías en cosas inútiles, como luchar contra la fuerza del mar. En ocasiones queremos conseguir algo. ¡Y lo queremos ya! No dejamos madurar los frutos, sino que arrastrados por la inmediatez, queremos los deseos hechos realidad en un abrir y cerrar de ojos.
No en pocas ocasiones nos frustramos cuando las cosas no salen como teníamos previsto, sin darnos cuenta que casi todo lo que ocurre es para proporcionarnos un aprendizaje. Nos enfadamos como aquella persona con las olas, luchamos en contra de algo que tiene un para qué.
Gabriel García Márquez afirma que todo lo que sucede, sucede por una razón. Lo que ocurre es que nos somos capaces de sacar lo bueno de todos los acontecimientos de nuestra vida. En otra maravillosa reflexión, nos proponía que no unos esforcemos tanto, las mejores cosas suceden cuando menos te las esperas. Así, con todo, deberíamos dejarnos arrastrar de vez en cuando por la corriente. Apliquemos nuestras fuerzas para conseguir las metas que nos proponemos, pero no las malgastemos en luchar contra las olas del mar, puesto que por más que intentemos detenerlas, detrás de una ola vendrá otra y otra… Es mas provechoso y divertido, arrullarnos con ellas que tratar de esquivarlas.