¿Por qué somos tan ambiguos en la comunicación personal?

No hay cosa más fastidiosa que la ambigüedad. Dicen que es un problema de los canarios, somos ambiguos por naturaleza. Me contaba un amigo que estando fuera de las islas, cuando era preguntado sobre algo debía responder con total sinceridad si o no. Algo que parece obvio no lo es tanto. Nosotros muchas veces cuando decimos si, es quizá. Y, cuando decimos no… ¡tiene un millón de posibilidades! La más frecuente se da en el contexto de una invitación. El no, en ese caso significa no quiero molestar, no estoy seguro, sólo en rara ocasión se trata de un No tajante.

Esa persona de la que hablo, contaba que se quedó estupefacta, cuando tras un almuerzo en una casa particular, le propusieron tomar café. A la invitación dijo que no, obviamente. El no de un canario, en este caso, se refiere a un «no te molestes». Pues ni cortos ni perezosos, los anfitriones se hicieron su cafetera, se tomaron su café ante la atónita mirada de ese amigo. Aquella anécdota que quedó casi como un chiste, me viene a la cabeza porque a veces echo en falta un poco de comunicación concreta, donde las personas con las que hablas digan francamente si o no a tus propuestas.

En los últimos días he tenido un par de conversaciones en las que los interlocutores no se decantan ni a favor ni en contra de lo que les propones. Somos, por tanto, los reyes de la ambigüedad. En ocasiones, por no tomar partido, por no quedar mal, por ser políticamente correctos, no asumimos ni nos pronunciamos en favor o en contra de una determinada posición. No en pocas ocasiones, tenemos que recurrir a la comunicación no verbal, para descifrar los mensajes que las personas nos transmiten, para saber si ese no, es un no realmente o es otra cosa. Lo mismo sucede en el caso positivo, no solemos dar una afirmación tajante, sino que, cuando queremos apoyar una proposición, tendemos a dejar la puerta trasera abierta por si acaso.

Deberíamos ser menos ambiguos, por muchas razones. Entre ellas y, como principal, para dejar clara nuestra postura y no dar lugar a malos entendidos. Otra razón estriba en la necesidad de la franqueza en las relaciones personales, habida cuenta que muchos de los malos entendidos, tienen su raíz en un error a la hora de expresarnos. Debemos huir, además, de los argumentos que no dejan clara nuestra postura y que tanto daño hacen. «Yo pensaba que…» me habías dicho, que ibas a ir, que le dijiste… y un sinfín más de proposiciones que podemos añadir a esa frase, por no ser francos a la hora de expresarnos.

Abogo, por ese modelo, aunque a veces sea duro, de la comunicación concreta. Digo si o no sin ambigüedades y queriendo decir lo que dije y no otra cosa. No es una tarea fácil, porque si nos fijamos en muchos de los argumentos de series y películas se basan en un malentendido o en una conversación fuera de contexto, en algo que pareció escuchar… Por eso sería bueno escapar de este tipo de argumentos y pensar en una modelo comunicativo menos ambiguo en la conversación entre personas.

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