Hay quienes se oponen a los uniformes, de un modo especial en el colegio. Advierten que, si los niños van todos iguales, no se fomenta la pluralidad y la diversidad. Por tanto, el no ir uniformados, de algún modo, potencia el que cada cual se vista como es. La ropa, los complementos, el peinado, la piel, todo dice mucho de nosotros. Es, sin duda alguna, otra forma de comunicar. Lógicamente, cada cual se viste con ropa con la que se siente identificado, con la que está más cómodo o simplemente, la que le gusta más.
Sin embargo, aunque procuramos no ir vestidos del mismo modo, esa tendencia no se corresponde con la realidad. Encendemos la televisión, para ver un reportaje de cualquier lugar del mundo y vemos, con asombro, que van vestidos casi igual que nosotros. Por tanto, pese a que huimos de los uniformes, en la práctica vamos uniformados, porque tenemos que «estar a la moda».
Las modas nos imponen una forma de vestir. Aunque hoy existen muchas variables dentro del vestido, en general utilizamos modelos parecidos de ropas. No se trata de copiarnos unos de otros, sino que, si miramos los escaparates de las tiendas, nos encontramos con que en todos de ofrece lo mismo. Bajo la disculpa de «estar a la moda» o » es lo que se lleva» vamos todos uniformados. Ahora en verano se nota mucho, casi los mismos modelos de pantalón corto, de bañador o blusa. Aunque no son uniformes propiamente dichos, si que, de alguna manera, uniforman nuestra capacidad y gusto.
Lo peor del caso es que gritamos LIBERTAD, INDEPENDENCIA… somos diferentes y únicos. A mi no convencen fácilmente. Pero a la hora de la verdad, no es cierto. Estamos uniformados por las multinacionales que deciden que ropa hemos de usar, que comida es la buena, cual es la película de moda, eliminando nuestra capacidad crítica. Sucumbimos casi de manera inconsciente a la presión mediática y, cuando nos encontramos con los pantalones cortos del verano pasado, los desechamos pensando «están pasados de moda».